«Depende de cual sea el órgano que emita la resolución. Si la resolución parte del Consejo de Seguridad tomando como base el capítulo 7º de la Carta, en el que se trata los actos de agresión o las amenazas a la paz, las resoluciones son fuertes, vinculantes y obligatorias.
Pero si parte de la Asamblea General, la resolución se limitará a recomendar y no tendrá carácter obligatorio. Sus resoluciones son blandas.
En el caso de Siria, los países que han pedido un proyecto de resolución en la Asamblea son los que antes habían visto vetado por Rusia y China esta misma propuesta en el Consejo de Seguridad. China veta una resolución en el Consejo de Seguridad sobre Siria porque en el caso de Libia, cuando la permitió, las fuerzas que intervinieron no se limitaron a proteger a la población sino que propiciaron la caída de Gadafi.
Con Siria la resolución de la Asamblea ha sido de 12 votos negativos y de 100 positivos. Por tanto, marca una línea que vendría avalada por muchos miembros de la Asamblea. Vemos que una docena de miembros apoyan a Siria y otro grupo, mucho más mayoritario, apoya a la oposición y consideran que Al Asad tiene que irse. Dentro de este grupo también hay muchos que votan a favor por indiferencia o por seguir la corriente.
Desde luego, la situación de Siria es lamentable y miserable, pero no se pueden hacer lecturas unidimensionales sobre este asunto. El régimen sirio ha sido muy autoritario y eso ha provocado mucha frustración y deserciones, pero también cuenta con el apoyo de la minoría chií, la burguesía suní y la minoría cristiana.
Entre los rebeldes hay de todo: mucha gente legítimamente frustrada con el régimen sirio, pero también hay oportunistas que se suman al dar por descontada la caída de Al Asad. Hay que señalar que el comportamiento del Ejército Libre de Siria no es en absoluto respetuoso con el derecho internacional humanitario. Su estrategia es: cuanto peor, mejor. De este modo aumentan las posibilidades de una intervención de las fuerzas internacionales.
Por su parte, el ejército sirio no tiene experiencia en esta clase de guerra de guerrillas urbanas. Por eso responde con bombas y cañonazos, matando a muchos civiles. Pero, a su vez, los rebeldes sirios se refugian en entornos urbanos para, de este modo, aumentar el número de muertos y heridos civiles, lo que refuerza la táctica ya mencionada de incrementar como sea la posibilidad de una intervención militar extranjera.
En todo caso, entre los que echan las campanas al vuelo por la caída de Al Asad deberían de pensar que si luego se establece un régimen como el de Arabia Saudí, apañados vamos. Porque Arabia Saudí -y todos esos países del Golfo Pérsico que ahora aparecen como liberadores de los pueblos ajenos- carecen de credibilidad. Arabia Saudí es un país que reprime con dureza a su propia población.
¿Qué más países, a parte de Arabia Saudí, apoyan a los rebeldes sirios? EE.UU., Francia, Gran Bretaña y Alemania posiblemente estén detrás de la operación. Y ningún país de la Unión Europea se va a mojar por el actual régimen sirio, que cuenta con el apoyo de China, Rusia, Irán y los países latinoamericanos vinculados a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA): Venezuela, Cuba, Nicaragua y Honduras.
Me gustaría señalar que a Al Asad no se le persegue solo por violar los derechos de su población. Siria tiene una relación estratégica con Irán y ejerce una gran influencia en el Líbano. Su caída supondría para Irán la pérdida de un gran aliado.
Por lo tanto, estamos viendo que las potencias contrarias a Siria, más que hacer una política «de» los Derechos Humanos, están haciendo una política «con» los Derechos Humanos. Otra cosa es lo que se dice en los medios de comunicación, donde es normal que la opinión pública se escandalice ante las imágenes que se están mostrando.
Una hipótesis de futuro que no es en absoluto descartable es que los opositores sirios pasen a recibir ayudas de un modo masivo, explícito y transparente. Luego, los países contrarios a Al Asad establecerían relaciones diplomáticas con el «nuevo» Gobierno, al que se le daría un reconocimiento diplomático, pasando a controlar las embajadas sirias en el extranjero, manejando así los fondos económicos exteriores, que son de gran importancia».
– Antonio Remiro Brotóns es Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid.