Pablo Iglesias puede que no llegue a ser nunca presidente, pero lo que sí ha logrado es que los partidos den un golpe en la mesa tras la operación Púnica, no por honradez, sino por miedo. Sí, contra la corrupción. Tras años de hablar de campañas de los medios, del y tú más, y seguir mirando por otro lado se han dado cuenta de que se puede expulsar a alguien del partido en minutos. Basta con querer hacerlo… y no deberle nada, claro.
Miedo a perder votos, a perder el control, a que el sistema, corrompido de raíz, se caiga. Esa es la apuesta de Podemos. Ellos solos se van a hundir, no hace falta arriesgar en unas elecciones que pueden evitar que la gente vote en las generales conel mismo rencor.
Podemos está convencido de que habrá más. Porque lo del 3% ya no es catalán solo… es nacional. En eso los catalanes no pueden decir que no son Spain. Lo son, ¡vaya si lo son! y mucho. Pero los madrieños no se quedan atrás, aunque Esperanza Aguirre vuelva a salir a la palestra (con indudable instinto político) para decir que ella no sabía nada sobre Granados, su segundo durante años, que siente vergüenza y que la presunción de inocencia ahora es un chascarrillo molesto para los ciudadanos. Pero ya nadie cree a nadie. Si Esperanza no sabía a quién fichaba también es responsable por rodearse de un equipo así. Gürtel también hay en Madrid. Rajoy,. mientras, impsaible, ve a sus enemigos pasar. Aunque la marea empieza a ser tan alta que puede colocar la nave de Podemos (a medio construir) más lejos de lo que nunca pensaron sus navieros (aunque ahora hablen de ganar).
Y solo así se entiende que los mismos que han defendido la presunción de inocencia hasta límites insospechados, que los mismos que han enviado mensajes de ánimo a los corruptos, que los mismos que no se ponían nunca de acuerdo de cuándo echar a los mangantes de los partidos (¿Cuántos debates estériles ha habido al respecto?, no hayan esperado hoy ni horas en acabar con todos los salpicados por la operación Púnica. Hoy no se esperó al juicio oral, no, hoy no se esperó a que la justicia hablara. Ha habido hachazos. Al final, sí se puede. Si se quiere.
Es cierto que los implicados son de media fila, pero también lo es que por ahora son sospechosos (imputados por la fiscalía sin que el juez aún haya dicho nada) y que algunos imputados siguen estando en el partido porque no es lo mismo ser alcalde que secretario general. Rato ha sido expulsado del PP, ahora que le ha quemado del todo la tarjeta. Y el PSOE ha salido a la palestra para decir que los corruptos no le durarán ni un minuto.
PP y PSOE se han sentado a negociar cómo regenerar la democracia sin perder los papeles. Lo han hecho medio a escondidas, sin contar con el resto de partidos, que también tienen lo suyo, y han llegado hasta acuerdos. Ahora al PSOE le suena raro llegar a acuerdos con el PP en materia de limpieza. No en vano, el PP, el partido que presumía de limpieza sigue los pasos, uno a uno, de los peores momentos del PSOE de González, esos años en los que las portadas de los periódicos no eran suficientes para tanto corrupto.
La consigna hasta la llegada de Podemos era eso de hay muchos políticos honestos. Sigue siendo verdad. Hay muchos, pero no salen en los periódicos. Y tampoco son los que tienen en sus manos los asuntos inmobiliarios o la tesorería de los partidos. Esos suelen serlo menos. Pero ahora, con una sociedad que tiene que escuchar que hay que apretarse más el cinturón, con familias acudiendo a Cáritas y con jóvenes que se van fuera sin futuro, ya no hay cintura para soportar mucho más.
Pablo Iglesias puede tener un disparatado plan económico (más idealista que real), pero ha sabido dar con el término que duele: casta y con el término que define a muchos: corrupta. La falta de ejemplaridad y de rigor, y unas leyes livianas, que provocan que robar salga a cuenta han hecho el resto. El PP y el PSOE reaccionan pero ¿por qué? Porque se miran a los ojos y ambos quieren ser los más rápidos en dejar de ser casta.
Y quieren ser los más ejemplares cuando llevan años mirando para otro lado: con Pujol, con el PP madrileño, con las comisiones que cualquier que negocie con la Administración sabe que existen. El negocio se acaba… por ahora. Hay que evitar que Pablo encuentre todos los días argumentos para que les llame casta y ladrones. Y lo cierto es que Pablo, que por novedoso interesa más que ellos (solo hay que ver sus resultados de audiencia) espera sentado mesándose su coleta a esperar que los casos de corrupción que lleguen de aquí a las generales le aúpen hasta el infinito.
Rajoy también sabe esperar sentado, pero se está quedando sin banquillo. Habrá que ver si la corrupción y el hartazgo no se convierte en el cóctel molotov que cambie las estructuras políticas de España. Sea como fuere, los políticos deben saber ya que esto no tiene marcha atrás. La herida está infectada. Está por ver si el pueblo prefiere amputar, o ser generoso y práctico una vez más y curar la herida. Sí se puede… si se quiere. Aunque sea por miedo, hipocresía y terror a perder el sitio. España espera que a partir de ahora sea solo por honradez, decencia y trasparencia. La gente se ríe en twitter ya de la corrupción… pero votará. Y lo hará con el cabreo dentro del cuerpo.