La arrolladora victoria de Pablo Iglesias sobre Íñigo Errejón arrastra consecuencias para Podemos y el resto de los actores del tablero político español. Al menos estas cuatro.
Un Podemos más radical
Se acabó el debate. Vistalegre ha dictado sentencia. Podemos será un partido de gresca social, agitación callejera y amedrentamiento de las élites. El parlamento será un megáfono en la tarea de crear el ‘bloque popular’ que Iglesias pretende tejer con Izquierda Unida, los Anticapitalistas y todas las fuerzas de protesta. Vistalegre es el acta de defunción de la vía posibilista que Errejón intentó con un alto coste político y personal: la división en Podemos y su amistad con Pablo Iglesias.
El Podemos original, atrapalotodo, que intentaba escapar de las etiquetas ideológicas y engordar con la porosidad de todas las capas sociales a la indignación por la crisis y la endogamia irritante del sistema político, sucumbe ante la pasión neocomunista que siempre latió en Iglesias y deja definitivamente atrás argumentos como los de que “la política entre izquierda y derecha es una estafa” que el líder de Podemos defendía en sus comienzos tres de sus propuestas entre las cinco más votadas. Una de ellas defiende acabar con la enseñanza concertada, implantada en los ochenta por los gobiernos de Felipe González.
Aleja el acuerdo con el PSOE
El objetivo declarado de Iglesias es desbancar al PSOE como fuerza hegemónica de la izquierda española. Su triunfo en Vistalegre aleja, pues, la posibilidad de un entendimiento entre las dos grandes fuerzas de la izquierda española. Habrá que esperar a ver cómo resuelve el partido fundado por el otro Pablo Iglesias la cuestión de su liderazgo. Si gana Susana Díaz, el feeling con Iglesias será mucho más difícil (en Andalucía gobierna tras un pacto con C»s) que si lo hace Pedro Sánchez.
En cualquier caso, el PSOE volverá a estar ante un dilema de difícil resolución porque solo de la mano de Podemos puede volver a gobernar España en los próximos años. Algo que ya hacen, con distintas fórmulas, en Ayuntamientos (donde son los socialistas los que permiten gobernar a los populistas) y Comunidades (donde son los de Iglesias y sus ‘mareas’ los que consienten presidentes socialistas que no ganaron las elecciones).
A corto plazo, no ha alternativa a Rajoy que no pase por un acuerdo de gobierno de la izquierda. Para que eso sucediera, Iglesias tendría que dejar de recordar la ‘cal viva’ a los socialistas y olvidarse del »derecho a decidir» ahora que llega la hora de la verdad ante el órdago secesionista; y los socialistas deberían de perder el miedo al abrazo del oso y dejar de considerarles “populismo destructivo”, como ha quedado por escrito en los documentos preparatorios del congreso socialista. Todo un océano el que hay de momento entre PSOE y Podemos.
Larga vida a Rajoy
Desde el punto de vista estrictamente partidista, la victoria de los radicales en Vistalegre es también una gran noticia para Rajoy, pues le permite seguir ofreciéndose como garantía de orden y confianza ante el asalto de los bárbaros. El PP tiene su suelo electoral en el 30 por ciento. Con cuatro fuerzas nacionales en disputa, ese porcentaje de respaldo indisoluble es un auténtico baluarte frente a una izquierda dividida. Si algo está demostrando la ruptura del bipartidismo es que PP y PSOE ya no crecen o caen uno a costa del otro, sino que los socialistas tienen un competidor muy fuerte que les disputa su electorado potencial.
El PSOE está atrapado en una pinza. Si vira hacia la izquierda, perderá la centralidad y el camaleónico PP de Rajoy podrá seguir ocupando espacios históricos de la socialdemocracia tanto en cuestiones económicas como sociales. Si lo hace hacia el centro, las bases socialistas seguirán fugándose hacia Podemos.
¿Qué será de Errejón?
El ‘errejonismo’ será purgado como corresponde a un partido de la vieja izquierda familiarizada con el piolet. Íñigo Errejón, dada su ascendencia en la fundación de la organización y la amistad con Iglesias hasta la cruenta batalla de Vistalegre II, podría ser salvado por el pulgar magnánimo del líder incuestionado. ¿Aceptará Errejón alguna medida de gracia cuando el resto de su equipo es ajusticiado? ¿O será Errejón el revulsivo que necesita el socialismo desorientado?