El líder del PSOE, Pedro Sánchez, ha trazado su línea Maginot: «No a la gran coalición, no a apoyar al gobierno del PP desde fuera y no a la investidura”. Pronunció la frase con tal convicción que levantó el aplauso del cónclave socialista. Con el triple cerco pretenden los socialistas fortificar su precario liderazgo en la izquierda española, después de que el escuálido resultado del 26-J fuera recibido con alivio al evitar el pronosticado adelantamiento de Podemos.
Apuntó Sánchez que estamos asistiendo a “un declive electoral” de Podemos y a un “fortalecimiento” del PSOE, aunque los de Iglesias tienen los mismos diputados que en diciembre, y los socialistas, cinco menos. La realidad es que en la batalla por la ciudadela de la izquierda, Rajoy es el rehén que nadie quiere soltar. Y la demostración de rechazo total, la prueba del algodón para ver quién reluce más rojo ante el electorado en disputa.
Cree el PSOE que con su triple no a Rajoy el PP dejará de asediarles con sus apelaciones a la responsabilidad y trenzará una mayoría absoluta con mimbres tan refractarios unos a otros como Ciudadanos, PNV y Coalición Canaria.
Sánchez ha fortificado su posición en el mapa político levantando un triple muro frente a Rajoy y otro más para evitar el asalto de la hipótesis defendida por algunos barones de un gobierno con Podemos y el nacionalismo parlamentario. Pero los socialistas eludieron ayer la cuestión clave: ¿qué harán para evitar una tercera repetición electoral si Rajoy no articula una mayoría absoluta? Porque si el gobierno conjunto con la izquierda populista y los independentistas está tan vedado al PSOE como la abstención que facilite un Ejecutivo del PP, las terceras elecciones son irremediables.
Rajoy fue el único candidato que el pasado mes de junio sumó votos y escaños a su respaldo electoral. Aventaja al PSOE en 52 escaños, una brecha alarmante, en palabras del barón asturiano Javier Fernández. A ese plus de legitimidad democrática le asiste una afortunada combinación aritmética: solo el PSOE puede, por sí mismo y sin la necesidad de otras ayudas, evitar unas terceras elecciones facilitando la investidura del candidato popular. ¿Cómo responderá el partido de Iglesias (el viejo) cuando Rajoy les coloque en esta tesitura? ¿Seguirán en el “no es no” de los aplausos fáciles? ¿Se abrirán a la “abstención mínima e in extremis” de Fernández Vara? ¿Terminarán aceptando el consejo de Felipe González de no bloquear un gobierno minoritario y dedicarse a la reconstrucción interna? ¿Se atreverán a negociar un gobierno condicionado como propone Borrell? ¿Serán capaces de unificar una postura?
La línea Maginot no evitó la derrota de Francia al comienzo de la II Guerra Mundial. Las divisiones alemanas la rodearon y partieron a las tropas aliadas en dos. La guerra de trincheras formaba parte del pasado, no eran obstáculo para las modernas divisiones acorazadas. En escenarios así (lo demostró el pasado enero) Rajoy es un panzer: va a poner a prueba la línea Maginot de Sánchez. Esta vez, presentándose a la investidura sin los apoyos necesarios. Y el PSOE decidirá entonces si envía a los españoles de nuevo a las urnas.