Anson tiene claro que la generación que construyó al transición no ha sido capaz de integrar a los jóvenes en el marco político actual.
Pregunta – ¿Porqué cree usted que este régimen no ha sabido incorporar a las nuevas generaciones?
LMA -Por culpa de la autocomplacencia y del hedonismo, a veces también por la voracidad de la clase política; las cosas salieron tan bien frente a lo que ocurrió en Portugal… En la transición de la dictadura salazarista a la democracia hubo mucha violencia y una situación de enorme tensión, pero en España la posición de don Juan de Borbón y de su hijo don Juan Carlos permitió que la monarquía hiciera de parachoques entre unas Fuerzas Armadas, que eran el Ejercito de la Guerra Civil y que no quería que hubiese reforma, y un pueblo que quería el cambio.
La monarquía sirvió para evitar la violencia. De todo eso se dedujo una situación de gran euforia. Las gentes de mi generación estábamos eufóricos con lo que habíamos hecho, lo cual luego no se ha sabido transmitir porque se confiaba en que se iba a contagiar solo a las nuevas generaciones. Pero la persona que hoy tiene 20 años está tan lejos de todo aquello como en los años 40 se podría estar lejos de la guerra de Cuba. Esta es la realidad. Las nuevas generaciones quieren participar en la vida política, quieren participar en la construcción del Estado y quieren sentirse participes y autores, pero esto no se ha sabido vertebrar. Me has hecho una pregunta muy difícil de contestar, pero yo creo que lo sustancial es eso: la autocomplacencia en una operación que asombró al mundo y que se hizo magníficamente.
P- ¿Cómo se podría revitalizar la Constitución?
LMA- A mi manera de ver, en estos momentos, entre la gente de 45 años hacia abajo, el 70% son indiferentes al régimen, el 30% están indignados con él y el 100 % están asqueados.
Por ello creo que, en estos momentos, lo que hará que esta Constitución pueda salir adelante es que asuma a gentes que van desde los líderes económicos o financieros de primer orden hasta los líderes deportivos como Rafael Nadal, cuya opinión importa ahora más a las nuevas generaciones que lo que diga Felipe Gonzalez o Aznar.