El año político 2017 ha comenzado con sus señorías de vacaciones – enero está declarado libre de sesiones parlamentarias- pero con los profesionales políticos centrados en los problemas internos de cada partido, que son muchos. Se olvidan del Congreso para pensar en los congresos. El PSOE acaba de poner fecha al suyo (17 y 18 de junio), mientras los otros tres grandes partidos lo celebran en apenas unos días. Salvo en el caso de los socialistas, el vencedor de cada cónclave está decidido, otra cosa son las tensiones internas, los versos sueltos, los desafíos al líder y las estrategias de cara al futuro que se están llevando a cabo. Los aparatos intentan mantener el control en los casas con auténticas guerras internas (PSOE y Podemos) y acallar a las voces discrepantes que cuestionan al líder y rompen el discurso único (PP y Ciudadanos). Sus grandes reuniones serán citas que marcarán su futuro, posiblemente también de cara a las urnas, cuyo reflejo parece lejano, pero que puede acercarse en cualquier momento en esta débil legislatura. Así llegan los partidos a sus congresos:
PSOE: un partido roto, sin líder y con muchas incertidumbres
Hasta junio, nada. O mucho. Porque hasta que se celebre ese congreso el partido seguirá descabezado, con una gestora al frente, como en los últimos cien días. Y mirando fechas, pasarán casi otros 200 días más. Demasiado tiempo para un partido que aspira a gobernar.
Hasta el verano se encarnizará la guerra por el poder. Ya en las últimas semanas se veía venir con la apertura de una sede “rebelde” en la misma calle Ferraz. Parecía el movimiento casi definitivo de los afines a Pedro Sánchez, a la espera de un último impulso para volver a presentarse como candidato a Secretario General e impedir que Susana Díaz ganase por aclamación popular. Pero el paso al frente de Patxi López ha sorprendido a los dos, a la presidenta andaluza y al ex líder. Echa por tierra la estrategia de Susana Díaz de evitar que haya otro candidato. Habrá batalla, y después de escuchar a Fernández Vara narrar cómo tuvo que salir de la sede del PSOE en el último Comité Federal, ya sabemos cómo son los enfrentamientos en Ferraz.
Y mientras, los socialistas en el Congreso seguirán el rumbo de estos últimos meses. Se producirán más acuerdos con el Gobierno (ya han pactado el techo de gasto, el incremento del salario mínimo y la lucha contra la pobreza energética). La prueba de fuego son los Presupuestos Generales del Estado. Rajoy no aflojará hasta obtener el apoyo socialista. En la mano del presidente está la convocatoria de elecciones, algo que al PSOE, descabezado, no le interesa en absoluto.
PP: medidas socialdemócratas y voces discordantes
Gobernando en minoría, el partido ha girado hacia un perfil más dialogante. Todo pasa por el pacto. Está sabiendo mantener la confianza de Ciudadanos, aunque sea a base de cenas en la Moncloa, y pactando con el PSOE las cuestiones más importantes con medidas próximas a la socialdemocracia sustentadas en más gasto y más impuestos. La última, esta semana, con el globo sonda sobre el copago sanitario.
Sin embargo, la voz del ex presidente José María Aznar sigue causando estragos en el PP por mucho que renunciara a la presidencia de honor y por mucho que los actuales dirigentes digan que se sienten aliviados tras su marcha. Esta misma semana ha tenido dos actos públicos en los que cuestiona la línea del partido que fundó y en los que ha advertido a Rajoy que pactos sin reformas comprometen el gasto. Es el “Pepito Grillo” ideológico de la derecha, y su voz manda el mensaje a los ciudadanos de que el PP de Rajoy está más cerca del PSOE que de sus orígenes. Por si fuera poco, esta misma semana conocíamos una encuesta que anunciaba que si Aznar fundara un nuevo partido, robaría a Rajoy 51 escaños. Además, Aznar no está sólo: Alberto Ruiz Gallardón se ha sumado a su causa, otra víctima del “marianismo”, con el sambenito de “hombre de principios” al verse obligado a renunciar como Ministro de Justicia por hacer una reforma de la ley del aborto en los términos que anunciaba el programa electoral del PP. Ser fiel a sus principios y al programa le costó el puesto.
Ni Aznar ni Gallardón tendrán papel alguno en el congreso del 10 de febrero, ese cónclave que Rajoy ha retrasado más de dos años a pesar de las denuncias de algunos militantes. En alto nadie protestaba, porque son pocos los que osan cuestionar en el PP la voz del líder. Y de repente, Cifuentes. A menos de un mes del congreso ha pedido abiertamente que se elija al líder en primarias, aceptando el voto de la militancia. El partido se ha apresurado a descartar esta iniciativa y apostar por los compromisarios, pero el pulso ya está echado. La presidenta del PP madrileño saldrá de la cita como abanderada de la regeneración y la democracia interna (además de unos cuantos enemigos más), mientras que Rajoy saldrá reelegido presidente por aclamación, sin rivales. El de Cifuentes es un movimiento de futuro. Otros esperan agazapados, pendientes de ese punto del acuerdo con Ciudadanos que limitaría el mandato de Rajoy a ocho años en la Moncloa. Algunos se frotarán las manos si sale adelante.
Podemos: guerra de poder total con ajustes de cuenta
El partido que se presentaba como garante de la regeneración democrática, el aire fresco contra la vieja política, ha tardado dos años en resquebrajarse. La guerra es total, a más alta escala. La Navidad, un tiempo de paz y buenos deseos, se ha convertido en una campaña de los cercanos a Iglesias titulada #AsíNoErrejón contra el número dos de Podemos. Los bandos son públicos y tienen en Twitter el campo de batalla. Iglesias ha pedido perdón por airear los trapos sucios y morados, ha llegado a besar en la boca a Íñigo Errejón, pero no era un beso de amor verdadero, más bien uno del estilo “última cena”. No ha disminuido la tensión. Tampoco el hecho de que Iglesias haya decidido incluir algunas de las ideas de Errejón en su ponencia política, posiblemente más por temor a salir derrotado. La guerra, con algún componente ideológico y formal, es una guerra de poder.
Así van a llegar al 10 de febrero, donde celebrarán su II Asamblea Ciudadana de Vistalegre (un congreso que coincide con el del PP) y donde Pablo Iglesias será reelegido. Dice Errejón que las dos corrientes están “condenadas” a entenderse, pero el año ha comenzado con otro tipo de condenas: las purgas en Baleares, que se suman a la sonada destitución como portavoz de la Asamblea de Madrid y arrinconamiento del “errejonista” José Manuel López. Las espadas están el alto mientras todo indica que la confianza ciudadana en ese partido está bajando.
Ciudadanos: entre el estancamiento y el poder absoluto de Rivera
El partido que lidera Albert Rivera ha comenzado 2017 sin sonrisa. El brindis de Año Nuevo de muchos de sus dirigentes seguro que fue para salir del estancamiento en el que se ven inmersos tras pactar la investidura de Rajoy. Con el presidente cenó este martes, para sentirse importante, aunque lo pactos más sonados han sido con el PSOE y no con ellos.
El prolífico Rivera ha disminuido su exposición mediática. Algo más alejado de las cámaras se centra ahora más en sujetar las riendas del partido. En diciembre reforzó su poder cuando el Consejo General de Ciudadanos aprobó reducir las primarias y aprobó nuevos motivos de expulsión. Parece imposible en este punto imaginar que alguien quiera disputarle el liderazgo en la próxima Asamblea del 4 de febrero, aunque críticos hay: Carolina Punset y el grupo TranC´sparencia son los más conocidos.
Otro nombre, Juan Carlos Girauta, es protagonista estas primeras semanas de enero en Ciudadanos. El portavoz en el Congreso de los Diputados no es uno de los críticos, pero su distanciamiento con Rivera es un hecho que ya no se disimula. Su culpa, acaparar demasiado protagonismo en la Cámara Baja. Algo que no gusta en un partido anunciado como “nueva política” pero con un alto grado de carácter presidencialista.