La masacre de Pakistán, el petróleo a precio de saldo o el anuncio de Obama sobre Cuba suponen una herencia de gran interés para el año próximo
Cuando se acumulan tantos acontecimientos en tan pocos días resulta difícil decidir cuál es el más importante. Sobre todo porque, sin duda, van a tener consecuencias imprevisibles sobre el año que se avecina.
Desde un punto de vista humano lo más impactante es, sin duda, la muerte de un centenar de niños tiroreados por los talibán paquistaníes. ¿Se imaginan lo que hubiera supuesto algo así en un país Occidental?. El pánico recorrería de nuevo nuestras calles y los gobiernos pondrían en marcha medidas defensivas que alterarían la vida ciudadana sin conseguir apenas nada. Después, seguramente, otra guerra interminable.
Ha ocurrido demasiado lejos y en un país que nos importa poco, pero hay algo que debería llamarnos la atención. La sangre fría demostrada por los terroristas al asesinar sin miramientos a tantos inocentes demuestra que la brutalidad ha sobrepasado todos los límites y que se ha elevado al máximo el listón de lo que algunos están dispuestos a hacer por su causa. Y esa causa también es la del llamado Estado Islámico, que nos sigue pillando lejos pero que cada vez se acerca más a través de los miles de jóvenes educados en Europa que han acudido a él en busca de falsos alicientes personales, que allí se deshumanizan y que después de su yihad personal vuelven a casa cargados de odio transformados en bombas de relojería.
El petróleo, arma de doble filo
Por las consecuencias globales que puede deparar resulta más relevante la bajada de los precios del crudo. Afecta especialmente a Rusia, cuyos ciudadanos se ven de nuevo abocados a la pobreza y cuyas autoridades, léase Vladimir Putin, pueden tomar decisiones imprevisibles con repercusiones locales, por ejemplo en Ucrania manteniendo la guerra indefinidamente, o internacionales, por el papel de actor de primer orden que mantiene Moscú en el tablero mundial.
Gran parte de culpa la tiene Arabia Saudí y su particular guerra de fe contra Irán. En este caso la consecuencia positiva podría ser la renuncia definitiva de Teherán a su programa nuclear, su regreso a la comunidad internacional y, Allah lo quiera, una liberación del corsé que oprime a un pueblo que no se merece el castigo de los ayatolás.
Venezuela es otro cantar. El creciente desabastecimiento, junto a la evaporación paulatina del fantasma de Hugo Chavez, puede terminar pronto con su sucesor, Nicolás Maduro, probablemente en medio de una desestabilización acompañada de episodios de violencia.
Pero mucho ojo, porque también puede afectar a la recuperación económica del mundo occidental si esos países, especialmente Rusia, caen en bancarrota y dejan de pagar sus deudas. La incertidumbre siempre es mala para los mercados y estos son los que marcan el ritmo de una vuelta a la normalidad que no termina de concretarse.
Bailando en el Caribe al son de Obama
Histórica, sin duda, ha sido la decisión del presidente norteamericano de retomar relaciones diplomáticas con Cuba. Cierto es, como señalan los republicanos, que ha sido a cambio de nada, pero ¿qué sentido tenía mantener una política que no ha funcionado durante más de medio siglo salvo para que los hermanos Castro pudieran culpar a Estados Unidos de sus males económicos?.
¿Y qué daño puede hacer a Washington un régimen comunista aislado y debilitado un cuarto de siglo después de la caída del muro de Berlín?. Lo que viene ahora es mucho más interesante que los 53 años de embargo que quedan atrás, la posibilidad de que mejore la vida de los cubanos, de que un presidente norteamericano viaje a La Habana para respaldar los verdaderos objetivos de su decisión, puramente comerciales, o que Cuba se adapte al mundo actual sin perder su identidad.
El estrambote: tener que recurrir a Al Assad para arreglar Oriente Próximo
Esto no es un soneto, evidentemente, pero si hay un dato que sirve para poner una coletilla al año que termina es la posibilidad de que la comunidad internacional se vea obligada a recurrir al tirano sirio para enfrentarse al Estado Islámico. Lo paradójico es que significa aceptar lo que el propio Bashar al Assad ofreció hace tiempo, su ayuda para acabar con el yihadismo, un mal que ha terminado por colocar en el mismo bando a los contendientes.
Hace meses que la situación bélica permanece estancada, desgraciadamente a favor del régimen sirio. Estados Unidos ha renunciado definitivamente a apoyar a los rebeldes sirios por miedo a que su ayuda acabe en las manos equivocadas y el resultado es un apoyo implícito al denostado dictador que nadie reconocerá. ¿Cabe alguna dosis mayor de Real Politik?. La respuesta, en 2015.