«Ante esta situación nos encontramos con la paradoja de la honestidad, que consiste en hacer algo injusto para que luego las cosas funcionen. Rescatar bancos con dinero público es totalmente injusto en la medida de que es utilizar el dinero de los ciudadanos para para financiar las aberraciones que han cometido otros. Pero también hay que decir que hacer esto es eficiente ya que el sistema de bancos tiene que sobrevivir. ¿Por qué? Porque los bancos cumplen una función de puente entre el ahorro y la inversión. Los bancos son la raíz que financia la actividad productiva y la renta nacional, y por eso se supone que, una vez rescatados, habrá dinero para pagar los impuestos y para financiar los gastos en sanidad y educación. En lo que no se debe caer bajo ningún concepto es en que el simple hecho de entregar dinero público luego se compense con entregar la gestión del banco a un político.
En EE.UU. salvaron a algunos bancos importantes, pero a otros los dejaron caer. Lo que hay que hacer con los bancos es prestarles dinero para que después, cuando les vaya bien, lo devuelvan. Pero el hecho es que vivimos en la más deshonesta de las paradojas, pues se está ayudando a los directivos pero no a quienes tienen su puesto de trabajo en peligro.
Lo bueno sería que los bancos en su conjunto se orientasen a prestar dinero a las PYMES. Pero a la banca le gusta arriesgar cuando no tiene que hacerlo -con la especulación- y es cobarde para prestar dinero a las PYMES; justo lo contrario de lo que debería ser. En todo caso, no se puede dejar quebrar a los bancos. Son demasiado importantes. Son algo así como el corazón del sistema. Con su quiebra se resiente toda la actividad productiva.
En el caso de Bankia se habla de que habrá que darle 10.000 millones, pues se supone que estos es lo que necesita. Habría que auditar este banco a fondo para que todo sea conocido por el hombre de la calle. El dinero público es sagrado y su uso tiene que ser perfectamente conocido y trasparente«.
– José Villacís González es doctor en Ciencias Económicas y licenciado en Ciencias Políticas, ambas por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor de la facultad de Derecho en la UCM, en la Escuela de Estudios Empresariales (1981-1982) y en la Universidad Europea de Madrid (1991-1994). Desde el año 1982 es profesor de la Universidad San Pablo-CEU.