Los cerca de 750.000 civiles atrapados en el oeste de Mosul se enfrentan al dilema de aguantar los bombardeos y las duras condiciones del asedio impuestas por el Ejército iraquí o arriesgarse a ser asesinados por el grupo terrorista Estado Islámico (EI) si huyen.
«Nos estamos muriendo a cámara lenta», dijo a Efe por teléfono un vecino de esta ciudad situada en el norte de Irak, que prefirió mantenerse en el anonimato.
La falta de agua potable es común en toda la ciudad, incluyendo los barrios al este del río Tigris, que fueron completamente liberados del yugo de los yihadistas el pasado mes de enero.
En la mitad oeste, además, hay frecuentes cortes de electricidad y una escasez creciente de medicinas, alimentos y otros productos básicos.
Los precios de la comida se están disparando conforme se agotan las existencias en las tiendas, relató a Efe la portavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Irak, Caroline Gluck.
Después de haber lanzado su ofensiva sobre el oeste de Mosul, el Ejército iraquí ha aislado completamente la urbe y ha cortado todas las carreteras que conducen hacia Siria, para evitar que los yihadistas puedan recibir refuerzos o suministros.
Estas duras condiciones y el miedo a los combates, que hasta ahora se restringen al extrarradio de la zona oeste, pueden provocar la huida de 245.000 personas de la urbe, según cálculos de ACNUR.
Sin embargo, los que tomen ese camino, se exponen al riesgo de ser ejecutados por el EI, como ocurrió en numerosos casos durante la campaña en la mitad este de la ciudad y en otras localidades de la provincia de Nínive, de que la que Mosul es capital.
Aunque no existen cifras oficiales de muertos y heridos en la batalla, la ONU ha contabilizado que entre octubre y enero, al menos 1.804 civiles murieron y otros 969 resultaron heridos en los combates o víctimas de atentados en toda la provincia.
Estos números, advierte el organismo, representan un cálculo «mínimo absoluto», pues en este tipo de escenarios bélicos es imposible recabar cifras fiables.
Las fuerzas iraquíes, por su parte, tratan de llevar a cabo una táctica «humanitaria» para reducir al máximo las bajas civiles.
El general Qasem Nasal, comandante de la IX División de Blindados del Ejército, dijo a Efe que se mantendrá esta estrategia en la batalla por la zona oeste, dado el buen resultado que tuvo en la parte oriental de Mosul.
Nasal explicó que el primer paso que toman los militares antes de irrumpir en la ciudad es lanzar miles de panfletos con instrucciones de seguridad y en los que se pide a los residentes que se queden en sus casas.
«Luego tenemos mucho cuidado a la hora de atacar los centros del enemigo (…) En la orilla izquierda (oeste) vamos a seguir el mismo procedimiento que en la derecha (este). Lo más importante es la seguridad de los civiles», aseguró.
En efecto, los bombardeos han sido selectivos y la gran mayoría de los edificios de la mitad oriental de Mosul, con mayores o menores daños, se ha mantenido en pie, a diferencia de operaciones pasadas llevadas a cabo contra los yihadistas.
En la batalla para expulsar al EI de Faluya, librada el pasado junio, se calcula que cerca del 30 % de la ciudad fue destruida, pero en el caso de Mosul, los militares no han podido seguir la misma táctica por la imposibilidad de evacuar previamente una urbe que supera el millón y medio de habitantes.
Un residente del sector este de Mosul, el coronel retirado Rabah Hosani al Tai, calcula que cerca del 10 % de los edificios de su vecindad se han venido abajo.
El 90 % restante, según dijo a Efe, ha sufrido daños de diversa consideración, desde ventanas rotas y fachadas carcomidas por la metralla, hasta daños estructurales.
Según este militar retirado, después de echar al EI, las fuerzas antiterroristas han seguido las instrucciones de respetar a la población, algo que en el pasado no fue la norma y generó animadversión hacia los militares entre muchos habitantes de Mosul.
En esta ocasión, las autoridades incluso han establecido un número de teléfono para recibir las quejas de los ciudadanos contra los posibles abusos de los uniformados.
«He oído algunas quejas de civiles, pero yo personalmente no he tenido problemas con los militares en ningún barrio de la ciudad y he pasado por todos los lados para visitar a familiares y amigos», comentó Al Tai.