Ubicado a 60 kilómetros de Bamako, el campo de entrenamiento de Koulikoro acoge a 110 militares españoles destinados en la misión europea EUTM-Mali y que, curtidos en Kosovo, Líbano o Afganistán, adiestran a efectivos malienses, una auténtica «fábrica de batallones».
Así se conoce al campamento de instrucción de Koulikoro, situado en el centro de formación «Boubacar Sada Sy», que, además de a la misión de la Unión Europea, acoge a la Academia Militar Interarmas y a la Escuela de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas malienses.
Situado frente al río Níger, el campo de Koulikoro reúne a los soldados de la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea (EUTM) en Mali, cuyo objetivo es apoyar la reconstrucción de las Fuerzas Armadas del país a través de un asesoramiento de alto nivel al Ministerio de Defensa y al Estado Mayor que se lleva a cabo desde Bamako y de una labor de entrenamiento en Koulikoro.
Así lo explicó a los periodistas españoles el jefe de la fuerza de entrenamiento de Koulikoro, el comandante francés Guillaume Covetoux, en un viaje organizado por el Ministerio de Defensa de España y el Estado Mayor de la Defensa (EMAD).
Unas instalaciones a las que se llega desde Bamako tras dos horas por una carretera llena de socavones y en las que España tiene desplegada una compañía de protección de la fuerza, integrada por 82 militares, la mayoría de ellos de la Brigada Paracaidista.
Con 20 blindados Lince forman, junto a soldados belgas, la compañía de protección de la base, que también hace misiones de escolta y actúa como fuerza de reacción.
España aporta además 12 instructores -curtidos en misiones como Kosovo, Afganistán o Líbano- al área de adiestramiento de operaciones especiales (unidad de comando) y diez a la unidad de apoyos de fuego (artillería y morteros).
Son diez semanas de entrenamiento en las que son varias las especialidades: infantería, unidades ligero-protegidas, artillería, ingenieros, logística, tiradores de precisión, reconocimiento, operaciones especiales, primeros auxilios, transmisiones y derecho internacional humanitario.
Y es que, además del entrenamiento militar, se realiza un esfuerzo en la formación moral (cohesión, disciplina y ética en el combate).
«Aprenden muy rápido», señaló Covetoux, quien explicó que, por la diferencia de culturas, se hace un esfuerzo para intentar cambiar la forma de ver las cosas y enseñarles las «reglas internacionales».
Se les enseña así derechos humanos a la hora de entrar en combate y detener al enemigo y, de hecho, según el comandante francés, no les llegan noticias de «mal comportamiento» de los soldados que han entrenado y después se despliegan en el norte de Mali.
EUTM-Mali no es una misión de combate, sino de entrenamiento en una zona «bastante estable», reconoció Covetoux.
No se utiliza fuego real, salvo en el campo de tiro, ubicado a ocho kilómetros del campo de Koulikoro.
En la primera fase de la misión europea, que finalizó el pasado mes de mayo, se han entrenado cuatro Grupos Tácticos Interarmas (GTIA), con unos 700 soldados cada uno.
EUTM-Mali acaba de prorrogarse por otros dos años, un periodo en el que está previsto que se formen otros cuatro batallones.
Actualmente ya se prepara el primero de ellos, formado por 24 hombres del regimiento para comandos malienses con sede en Kati, en la capital Bamako.
Generalmente son soldados veteranos que tienen una hoja de servicio de 25 años en el Ejército de Mali -«a veces eso es una ventaja o una desventaja», según uno de los instructores españoles- y sus principales limitaciones son la formación y el equipamiento, por lo que tras una primera fase acceden a la de especialización.
Una vez que acaba la formación, los soldados malienses son enviados durante al menos nueve meses al norte del país para frenar el avance del yihadismo.
Se desplazan más allá de Mopti, a cientos de kilómetros de Koulikoro, un límite que no pueden sobrepasar los efectivos de EUTM-Mali y en el que operan la misión de la ONU para Mali (Minusma) y la francesa Serval.