En España hay dos problemas: el económico y la bajísima calidad de la democracia. Este segundo déficit ha quedado en evidencia cuando ha estallado la burbuja. Hemos visto que el Banco de España no hacía su trabajo como supervisor del sistema, y los gobiernos -ni el anterior ni el actual- no se ocuparon de pinchar la burbuja regulativa. No han puesto mecanismos que eviten la proliferación de malas políticas y de captura de rentas políticas. Estas malas prácticas remiten a lo que ha pasado en este país durante los últimos 15 años.
Prosigamos con la imagen de las goteras. Hay muchos elementos de la política española que tienen que ver con el abandono de las formas de los procedimientos, así como con el recurso a formas informales de procedimiento. Por esto y por mucho más, soy de los que reclaman que los actores políticos y sociales deberían ser capaces de revisar a fondo las nuevas bases. No hay más que fijarse en el día de hoy para ver que el Estado de las Autonomías también requiere una repensada a fondo. Este sería otro pilar importante. Es mucho más que una metáfora. Las goteras de hoy pueden remitir a una crisis de la cultura ética, a una quiebra moral, a una crisis institucional importante, a una crisis de la organización institucional del Estado. Y no cito los episodios de corrupción política porque esto ha sido tremendo. Todo esto es lo que simbolizan las goteras de hoy.
No recurro al término -tan manido- de una segunda Transición -no se sabe muy bien hacia donde sería esa Transición-, sino a una actualización de las bases del sistema democrático que se acordó hace más de 30 años. Hay un par de colegas, Acemoglu y Robinson, que han publicado un libro, titulado Por qué fracasan los países. Su tesis es que los países que fracasan son los que generan élites e instituciones políticas extractivas, frente a los que generan élites inclusivas e instituciones democráticas. Creo que este libro debería de ser de lectura obligada a las élites políticas y económicas españolas.
Rajoy no va en esta dirección en absoluto. El gobierno conservador español tiene un sentido muy peculiar de las palabras. Donde dicen reformas quieren decir recortes, y cuando dicen externalización, quieren decir privatización. Es la aplicación de la versión más radical del pensamiento neo-liberal. Prueba evidentes que en otros gobierno europeos no están privatizando la sanidad pública.
Las reformas a las que yo me refiero son otras. Es una Ley de financiación de partidos, un sistema de control externos de funcionamiento de administraciones, son reformas que tienen que ver con la administración del Estado, de Senado, del modelo de financiación autonómica. Aborda en clave federal el modelo de Estado. Algunas de estas reformas se están llevando de manera tan cicatera que sería mejor retirarla. Por ejemplo, la ley de transparencia, que es fundamental, pero no la que hay en el Parlamento. Es decir, no percibo voluntad en las élites políticas de sanear en serio el sistema democrático español. No saldremos del pozo de esta manera.
– Joan Romero es Catedrático de Geografía Humana en el Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local y Departamento de Geografía de la Universitat de València.