Sorpresa en Ferraz. El exsecretario general fulminado por el poder orgánico en el memorable comité federal del pasado 1 de octubre se ha presentado con más de 57.000 avales, a solo 5.000 de la candidata apoyada por casi todo el aparato de partido y sus referentes históricos, que ha presentado 62.617.
Los avales no son votos. El aval es potencialmente cautivo (queda públicamente retratado a quién se le ofrece y a quién se le niega) y solo el voto es libre (en tanto que es secreto y, por tanto, incontrolable para el poder orgánico). Son los votos, no los avales, los que decidirán el futuro del PSOE el 21 de mayo. Pero era ésta, la presentación de los avales, una batalla para medir la fortaleza real de los tres aspirantes, más allá de mítines y encuestas.
Susana Díaz no había ocultado su estrategia. Quería hacer de este trámite (bastaba presentar 9.368 avales para alcanzar la candidatura oficial a las primarias) una demostración de poder orgánico. Quería impresionar a sus rivales. E impresionantes eran sus registros cuando su equipo se ha presentado en la sede socialista con 62.582 firmas, un tercio del censo del PSOE. Minutos antes, los de Patxi López habían presentado apenas 12.000 avales.
Con lo que no contaban los partidarios de la andaluza es que minutos después llegaría el equipo de Pedro Sánchez con 26 cajas para transportar 57.369 avales, apenas 5.000 firmas menos que los sumados por la candidata de la historia del PSOE (Felipe González, Rodríguez Zapatero, Rubalcaba, Bono…) y del poder territorial del partido (Guillermo Fernández Vara, Javer Lambán, Emiliano García Page….). El músculo exhibido por Sánchez suma 16.000 avales más de los 41.338 que él mismo consiguió en las primarias de 2014, entonces con el apoyo de la ‘baronesa’ andaluza.
Dos datos para ilustrar la fortaleza del exsecretario general: ha conseguido 6.000 firmas en Cataluña (casi la mitad del censo) y se ha impuesto en Asturias, feudo del presidente de la Gestora, Javier Fernández.
Sorpresa mayúscula que algunos ‘susanistas’ no podían ocultar. Hasta el punto de que los más atrevidos ponen en duda que la cifra real de los avales ‘sanchistas’ vaya a ser tan elevada tras el proceso de verificación que en estos momentos se realiza con todas las garantías de seguridad en Ferraz. Los peor pensados creen que Sánchez ha hinchado artificialmente sus avales para cuando muchos de ellos sean anulados por los verificadores poner la limpieza democrática del proceso de las primarias otra vez bajo el foco de la sospecha y poder esgrimir después otra vez el discurso victimista del candidato maltratado por la estructura del partido.
Si esta creencia no se convierte en certeza, la presentación de avales habrá demostrado que “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. En otras palabras, que Sánchez, cual ave Fénix, ha renacido de sus cenizas. Corolario: Susana Díaz no tiene asegurada la victoria, ni mucho menos. Y esta constatación ha encendido alarmas en tres lugares diferentes.
Alarmas encendidas en Ferraz. Porque el socialismo de toda la vida corre riesgo verdadero de ser derrotado por el socialismo de nuevo cuño, más radical y populista. Auténticamente de izquierdas, dice Sánchez. Es la radicalización que se viene observando en los países donde los socialistas han sometido su liderazgo al criterio de las bases. Ahí está el caso reciente de Francia, donde Hamon arrasó a Valls en las primarias internas, para luego, a la hora de la verdad, ser despreciado e ignorado por los franceses en las presidenciales.
Alarmas encendidas en Moncloa. La estabilidad que busca Rajoy con la aprobación de los presupuestos será entorpecida con la victoria de un Sánchez. No hay interlocución posible con el abanderado del ‘no es no’. El adversario de Susana Díez lo tiene muy claro: el PSOE tiene que elegir entre Portugal (un frente de izquierdas) o la gran coalición encubierta con el PP (consecuencia de facto de la abstención). Y ahí está Pablo Iglesias con su zanahoria de la moción de censura a Rajoy para asestar después el palo del sorpasso al PSOE.
Alarmas encendidas en Bruselas. Merkel no gana para sustos. Los franceses deciden el domingo el futuro de Europa. Solo faltaría que Macron salvase un match-ball decisivo, para que sea después España, cuarto pilar de la UE tras el Brexit, la que entre otra vez en una inestabilidad política que haga zozobrar al maltrecho proyecto europeo.