Iba a contemplar nubes al retirarse. Lo dijo en serio. Y lo cumplió durante un tiempo. Justo el mismo en el que Rubalcaba vivió su travesía del desierto. Durante esa época de dolor en el socialismo que aún no cerró su herida, el jarrón chino esta vez no estorbaba. La gente aplaudió el talante de Zapatero. ¡No molesta! ¡No se irrita! ¡No se mete en charcos! Qué distinta era su posición a la de González y a la de Aznar (el que peor ha llevado el ostracismo, todo hay que decirlo). Es una pena que en España no se aprovechen la experiencia de años del Gobierno de los presidentes. Más lo es que siempre sean noticia por roces con sus sucesores. Pocas ayudas y muchas polémicas. En otros países la experiencia de Gobierno sigue siendo un grado.
Pero, ahora que ZP cree que su herencia está siendo olvidada (que se lo pregunten a Sánchez en el último debate del Estado de la Nación y a Rubalcaba que no pudo con la losa de ser su segundo), que ya Rajoy se lleva los golpes que la gente le daba a él, se ha animado a solucionar problemas. Primero lo hizo reuniéndose con Bono y Pablo Iglesias. Que sí, que era una entrevista privada, pero al final salió a la luz y dañó a Sánchez después de que este criticara a ZP por su reforma Constitucional. ¡El talante tiene mal genio también! Y ahora ha sido el turno del mismísmo Gobierno.
Margallo ha hablado de deslealtad al verle entrevistarse con Castro (con las banderas de ambos países al fondo). No es el momento para que un ex-presidente de cuerda a un gobierno al que aún le resta mucho para demostrar sus intenciones. El ministro de Exteriores primero dijo que no sabía nada del encuentro y luego que sí. Otro error. Lo que está en juego es la política exterior de un país, su imagen. Y ZP es un ex-presidente. Lo que diga tiene su repercusión. Y en Cuba ya se sabe que PP y PSOE no coinciden. El hecho de que Moratinos (un lince para ver negocios y abrir puertas a las empresas españolas), le acompañe… no tranquiliza a muchos. Se verá el por qué del encuentro.
ZP tuvo el mérito de ganar dos elecciones, pero en el camino acabó con la credibilidad de un partido centenario. Lo hizo sin ser consciente de ello pero con saña. Su buenismo fue paralelo a su gobernanza preñada de ideología. Del Partido Socialista Obrero Español queda poco. El Partido está revuelto, entre los escorados a la izquierda que quieren ser Podemos y voz del 15M, los que animan que el Partido vuelva al centro perdido, y los que quieren el poder, ya sea buscando el centro o la izquierda. En cuanto a Socialista, la etiqueta la quiere ya para sí Iglesias. El Obrero lo perdió antes de ZP y el Español lo dinamitó con el hombre del talante. Por eso, hay nervios cuando ZP abandona las nubes.