A pesar de que Europa ha logrado mucho en 60 años de historia, desde la firma de los Tratados de Roma, sus líderes necesitan mirar hacia fuera y tomar decisiones para dar respuesta al impacto del envejecimiento en su crecimiento y «reconfigurarse» para servir mejor e interactuar con sus ciudadanos.
Así lo recoge un informe de la consultora McKinsey Global Institute titulado «60 años de Unión Europea: fuerzas globales y cuestiones clave», con motivo del 60 aniversario de los Tratados de Roma que se celebra hoy en la capital italiana.
En la cumbre de Roma, que reúne a los veintisiete países que seguirán a bordo una vez se consume la salida del Reino Unido, los líderes europeos adoptarán una declaración en la que se destacarán los logros, retos y líneas de acción futuras de la UE, y se abogará por progresar juntos en lo posible y a distinto ritmo cuando sea necesario, siempre en el marco del Tratado.
Según el informe, la UE está hoy en un punto de inflexión, enfrentándose a retos a largo plazo, divergencias internas y dudas por el voto británico de 2016 a favor de abandonarla.
Logros oscurecidos
McKinsey recuerda que la Unión ha sido una fuerza para la prosperidad económica y el progreso social desde la firma del Tratado de Roma, aunque los logros obtenidos durante más de seis décadas han estado en parte oscurecidos por el lento crecimiento del PIB y los signos de malestar político surgidos en la última década.
Pero hoy, considera el informe, se necesita una nueva narrativa y acciones decisivas, ante las muchas fuerzas que desafiarán a la Unión Europea en los próximos años, como el envejecimiento de la población, que creará una brecha de crecimiento económico a medida que disminuya la población en edad de trabajar.
Otro aspecto crítico es que los rápidos avances en la digitalización y la automatización interrumpirán la economía europea, la pondrán al margen de la nueva competencia y plantearán preguntas difíciles sobre el futuro del trabajo, aun cuando proporcionen el potencial para aumentar la productividad y cerrar la brecha creada por los cambios demográficos.
El tercer aspecto que acarreará dificultades será el incremento de la competencia a la UE desde empresas de economías emergentes y multinacionales digitales, el aumento de las presiones migratorias y una reacción más amplia contra la globalización y las instituciones mundiales ya que muchos ciudadanos se sienten abandonados.
El director de McKinsey Global Institute, con sede en Bruselas, Jacques Bughin, recalca que Europa ha logrado mucho en 60 años, pese a las «divergencias» que se ven hoy en la UE.
Importantes desafíos
«Gran parte del debate en Europa es hoy introspectivo. Sin embargo, sus líderes necesitan mirar hacia afuera y tomar decisiones importantes, orientadas hacia el futuro ante desafíos muy significativos», afirma el experto.
Para Bughin, la respuesta de la UE al impacto del envejecimiento en su crecimiento, al cambio del mundo laboral que conllevan la digitalización y la automatización, y a los crecientes desafíos competitivos de las economías emergentes será decisiva para determinar el futuro de Europa.
Sven Smit, miembro del Consejo de McKinsey y socio líder del instituto para Europa Occidental, afirma que «en la mente del público, la Europa de hoy se asocia a menudo con prácticas tecnocráticas que pueden parecer erradicadas de la vida cotidiana de la mayoría de los ciudadanos».
«Cualquiera que sea la forma que adopte la futura Unión Europea, tendrá que reconfigurarse para servir mejor e interactuar con sus ciudadanos. Nuestra investigación ha demostrado que la gente de Europa está buscando el cambio y está dispuesta a hacer concesiones en sus propias vidas para asegurarla», añade.
Recuerda Smit que las mejores prácticas globales existen dentro de países europeos en áreas desde la educación y la productividad hasta la participación ciudadana y que por ello la ampliación de esta práctica podría aumentar el crecimiento del PIB en todo el continente entre un 2 y un 3%.