«Un ataque rápido y la guerra habrá terminado». Como Napoleón en Austerlitz, Pedro Sánchez confía en derrotar a sus adversarios con un ataque por sorpresa directo al núcleo del ejécito enemigo. Lo lanzó este lunes y no es una maniobra de largo recorrido: primarias el 23 de octubre y congreso federal el 1 y 2 de diciembre. El calendario juega a su favor, como «el sol de Austerlitz» lo hizo con el Emperador, limitando la capacidad de reacción de sus adversarios.
Sánchez ha demostrado no ser un pusilánime. Con dos derrotas personales a cuestas y el PSOE en mínimos históricos, tanto en España como en las dos comunidades histórica en las que los socialistas resultaron vapuleados el domingo, ha decidido lanzarse a por sus críticos en un ataque frontal: “El PSOE debe tener una única voz”. La batalla decisiva por el control del partido de Pablo Iglesias el Viejo ya tiene las fechas marcadas en el calendario.
El secretario general se presentará a la reelección en un terreno que conoce: el de la militancia. Por los militantes fue elegido (fue el primer secretario general de la historia elegido en primarias) y en ellos encuentra menos hostilidad para su causa del «no, no y no a Rajoy» que en la representación delegada que blinda a los ‘barones’. “Espero que la mayoría del comité federal no ponga impedimentos a que se pronuncie la militancia”, ha desafiado.
Sánchez ha colocado todas sus cartas sobre la mesa: “Es evidente que hay dirigentes que no piensan lo mismo que yo, que creen que debemos abstenernos y que no debemos ni tan siquiera plantearnos la opción de gobernar con 85 diputados (…) Necesitamos debatir y votar (…) Quien considere que tiene un proyecto mejor, que dé un paso al frente y que lo defienda”.
Paso al frente que, ahora sí, tendrán que dar los que durante meses vienen criticando su gestión de las derrotas y las pretensiones de un secretario general que no está dispuesto a dejar de jugar la baza que le ofrecen sus 85 diputados. “Puede no cuajar, porque no depende solo del PSOE. Pero esos 85 diputados los vamos a poner al servicio del cambio”, ha dicho Sánchez sin ambigüedades.
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El dirigente socialista sigue decidido a formar un gobierno alternativo al de Rajoy, pero no volverá a entablar ninguna negociación con el resto de los actores políticos hasta que el PSOE haya resuelto las diferencias en torno a su liderazgo.
En el tejado de los críticos
Sánchez ha pasado al ataque y ahora es el tiempo de los ‘barones’ y demás protagonistas del sector crítico para frenarle. Este lunes, tras conocer sus pretensiones, los socialistas andaluces han encabezado el rechazo al congreso express. “No es momento de congresos, sino de asumir responsabilidades”, ha asegurado Juan Cornejo, hombre de confianza de la presidenta andaluza, Susana Díaz. En la misma línea se han pronunciado lo socialistas castellano-manchegos que lidera Emiliano García-Page, que este lunes perdía el apoyo de Podemos en una maniobra inesperada en la que algunos han visto la mano alargada de Sánchez para forzar la resistencia de sus oponentes.
Pero ahora ya no les bastará con hablar en los medios, como han venido haciendo desde diciembre pasado. Tendrán que actuar, pasar de las musas al teatro. El próximo sábado se celebra el comité federal, que es el órgano del partido que debe aprobar la propuesta de primarias y congreso que solicita Sánchez. Si el comité federal tumba su propuesta, los efectos en la práctica son semejantes a los de una moción de censura: pérdida de confianza en el líder. ¿Dimitiría Sánchez?, le preguntaron los periodistas: “No me pronuncio sobre futuribles”, zanjó el protagonista. Pero se lo ha pensado mejor y hoy, horas después, sí lo ha hecho en una entrevista en la Cadena Ser: «Por supuesto que no (…) Cómo líder del PSOE, lo que no se puede hacer es que se me intente imponer una decisión que no comparto para administrarla».
La presidenta del PSOE, Micaela Navarro, ha tenido que salir al paso de este nuevo desafío para afirmar que si el comité federal rechaza al ‘hoja de ruta’ de Sánchez, el secretario general deberá dimitir
Habrá que ver las agallas del sector crítico para responder a la embestida de su secretario general. Este lunes la ejecutiva permanente del PSOE ha aprobado el calendario propuesto por Sánchez sin votación, pese a las críticas recibidas dentro de la reunión, que se ha prolongado durante cuatro horas. La exministra Carmen Chacón, el susanista Antonio Pradas… hasta la presidenta del partido, Micaela Navarro, ha expresado su contrariedad por la propuesta del congreso y las primarias.
Si el secretario general sobrevive a la cita del sábado, los líderes territoriales enfrentados a él deberán organizarse rápido para presentar un candidato a las primarias del 23 de octubre. Escaso margen de maniobra tanto para que ellos le puedan disputar el liderazgo a Sánchez, como para que éste pueda, en caso de victoria, armar después una mayoría alternativa a Rajoy antes de que queden convocadas automáticamente las nuevas elecciones, el 1 de noviembre. Aunque liberado por la militancia de las líneas rojas impuestas por un comité federal que siempre desconfió de él, una semana es un mundo para un político que está demostrando especial habilidad para desenvolverse en las dificultades.
El botón nuclear
Existe una fórmula para atajar a Sánchez antes de las primarias, aunque con un coste muy alto para la unidad del partido. Es el botón nuclear: forzar la dimisión de la mitad más uno de la ejecutiva y colocar el partido en manos de una gestora. La aplicó Óscar López para hacerse con el control del socialismo castellano-leonés. El método es de aplicación también en la ejecutiva federal.
La gestora se haría cargo del partido y del grupo parlamentario, y podría gestionar la abstención ante Rajoy sin que los dirigentes territoriales tuvieran que mancharse las manos en una cuestión tan delicada para su electorado.
«Ha llegado el momento de hablar claro. Yo más claro no puedo ser. Defiendo un proyecto autónomo y de izquierdas», ha explicado Sánchez. El órdago está echado. ¿Qué hará Susana Díaz? ¿Cruzará su Rubicón? ¿Promocionará a Eduardo Madina? Es su turno.