El secretario general de Podemos, que admitía ayer por la mañana no haber visto las intervenciones del hemiciclo, respondió hoy a ellas como si hubiese estado allí. Desde una tribuna, convocada por su partido hace días en un teatro de Madrid, el Círculo de Bellas Artes, y con un título. “El otro estado de la Nación”, que en sí mismo es ya un dardo a los representantes del bipartidismo.
La puesta en escena sirvió para encender al auditorio: Aclamado cual estrella de rock, Iglesias se avalanzó pasillo adelante. Después, se colocó, apartado y a oscuras, a un lado del escenario, para observar atento un vídeo de apertura: un montaje audiovisual con imágenes de Rajoy en su primer discurso ayer en la Cámara- su Gobierno, decía, había evitado el rescate- a las que sucedían recortes de periódico con informaciones sobre ese rescate, los efectos sociales de la crisis… y finalmente, el barómetro del CIS que refleja la pujanza de la formación emergente. En la platea, los aplausos se encadenaron. También, los descalificativos contra el presidente.
Después, cuando la proyección se fue a negro, Iglesias sacó su artillería.“Hacía falta que la oposición respondiese al Gobierno, por eso estamos aquí». El público estalló. Siguió. “Señor Mariano Rajoy, usted y yo sabemos muy bien que nuestro país vive circunstancias excepcionales, hasta el punto de que la oposición real a su gobierno no está en el Congreso». Aplausos entregados. Iglesias atemperó la marcha.
“Yo no voy a insultar a nadie, no voy a entrar en ese juego», advirtió. La promesa se le olvidó pocos minutos después. “Éste ha demostrado ser un Gobierno inútil”, espetó. A la altura del “patético” de Rajoy a Sánchez. Después, comenzó a desplegar los binomios manidos- gobierno y deuda, ricos y trufados de algunas propuestas de programa. A fin de cuentas, hay campaña por delante.
Iglesias, que otrora convocaba en polideportivos y pabellones de conciertos, prefiere ahora ir a lo seguro, y reunir en pequeños teatros. Sabedor de que los llena, y de sobra. Seguramente también lo hiciese con los primeros. Pero, a fin de cuentas, hay campaña por delante, y los sillones vacíos no entienden de piedades.
El auditorio le respondió, también esta vez, con avidez. Los mitines de Podemos, como los partidos de fútbol, tienen algo de terapéutico. Sirven para descargar las iras, sin importar como van los marcadores. Esas iras que han ido vertebrando un hilo intergeneracional hasta ahora insólito. De un lado del auditorio, gritaba Juan Pablo-joven de 25 con una beca de periodista que sólo le salva los primeros diez días del mes. Del otro María-60 años, ama de casa, un hijo bioquímico emigrado a Toulouse.
Empieza a ser una constante en las convocatoria del partido que los quincemayistas queden en anécdota y abunden las señoras de abrigo y los matrimonios de ganchete. A María la llevó a Podemos el tener un hijo emigrado, “tanto tiempo invertido para darle estudios, y ya ves”, cuenta, sin resignación en cambio.
“La gestión de un país, como la de una casa, si no te privas de vacaciones no salen las cuentas”. A Manuel- 62, sanitario en un hospital madrileño- que el partido diga trascender los cánones para convertirse en movimiento. “Y te puedo decir que he votado dos veces en mi vida, a Zapatero y a Tierno Galván”, aclara, para seguir, “esto tiene que cambiar, y esta es la única forma de que cambie”.
En el hall del teatro, un corrillo. “Esto lo siento ahora, y lo sentí hace treinta años. Han devuelto la ilusión”. Habla Teresa, “en los 60”, prejubilada de una multinacional. Como también Carmen, a su lado, “no hay otra opción, es esto o nada. Así que esto”.