Cuentan algunos de sus allegados que a Mariano Rajoy se le escapó una lágrima aquella noche de 2008 en la que perdió las elecciones ante Rodríguez Zapatero. Su enigmático “adiós” desde el balcón de Génova [ver vídeo aquí], acompañado de Viri, su mujer, fue interpretado precipitadamente por muchos como el final de su carrera hacia la Moncloa, tras haber fracasado en dos intentos consecutivos.
Pero también aquella noche Rajoy dijo que él era un hombre previsible. Y ahora que le conocemos mejor, sabemos en qué consiste su previsibilidad: resistir más que los demás, bajo el convencimiento de que en política las cosas no caen por su propio peso, sino que necesitan de un empujón final que no todo el mundo es capaz de dar.
Así que Rajoy respiró hondo durante un par de días, y mientras algunos se preparaban para su entierro político, lo que sucedió después es historia conocida. El PP de Francisco Camps y Rita Barberá apuntaló al candidato derrotado, llegó el congreso de Valencia, la coronación del líder gallego, la ruptura con Aznar y una crisis económica descomunal que, esta vez sí, llevó a Rajoy a la Moncloa acompañado de una mayoría insólita para la derecha española.
Tras capear un temporal que puso a España al borde de caer en las zarpas de la Troika, superar dos elecciones generales compitiendo con nuevos partidos y cinco años después, el PP afronta desde hoy un congreso donde si una cosa está clara es que el PP es Rajoy y, después, lo demás.
Piel de elefante
Sobrevivió Rajoy con sus políticas de austeridad y déficit de empatía a cuatro años de contestación en la calle y las cadenas del duopolio televisivo retransmitiendo en directo el apocalipsis de cada día. Es verdad que se dejó casi 60 escaños cuando España examinó su gestión, pero hoy puede presumir de ser el único dirigente europeo que revalida mandato en plena crisis. “Tienes piel de elefante, Mariano”, dijo Merkel para felicitarle.
Porque pocos daban un duro por él tras los resultados del 20-D, cuando el bipartidismo se tambaleó con la irrupción de Podemos y Ciudadanos. El ‘no a Rajoy’ era unánime en el Parlamento y, sin embargo, Rajoy hizo la lectura correcta: el rechazo hacia él no sería suficiente para poner al resto de acuerdo en formar un gobierno alternativo. Se la jugó, declinó la oferta del Rey para intentar la investidura, y la ambición de Iglesias obró el milagro. Rajoy seguía con vida. Próxima parada: el 26-J.
Con el de Pontevedra pasa como en el deporte, que si desperdicias las ocasiones que se te presentan para derrotar al adversario, éste termina recuperándose para ganarte. Solo Rajoy aumentó su respaldo popular en la repetición electoral de junio. Todos los demás cayeron. No había otra salida que abandonar el ‘no es no’. Rivera avanzó hasta el ‘sí’ y el PSOE, una vez se deshizo de Pedro Sánchez, arrojó la toalla de la abstención. Rajoy había vuelto a ganar según la máxima de Augusto Ulloa, ministro de Sagasta: “Venga el gobierno, que la mayoría yo me la haré”.
La pax mariana
El PP llega a su congreso sin urgencias. Está en el gobierno, el poder une a la organización, la disidencia interna es cosa del pasado (Aznar y su FAES ya campan extramuros del PP, a Esperanza Aguirre se la considera folclore y, desde que ETA no mata, nadie echa de menos a María San Gil) y los partidos de la oposición bastante tienen con ocuparse de sus propios problemas. Es la pax mariana
¿Continuará María Dolores de Cospedal como secretara general una vez que ha entrado en el Gobierno como ministra de Defensa? Es la incógnita de mayor interés en el cónclave de un partido donde el debate que no concita unanimidad, sencillamente se aparta. Es lo que sucederá, por ejemplo, con los vientres de alquiler.
Si algo caracteriza al PP de Rajoy es su capacidad camaleónica para adaptarse al ecosistema. Su pelea por la supervivencia política en un contexto adverso no ha salido gratis a una formación que ha ido perdiendo el perfil de sus valores tradicionales. La austeridad fiscal sigue acuñada por escrito, pero Cristóbal Montoro nunca se da por aludido. El PP se define “firmemente comprometido en la defensa y protección del derecho a la vida” [lee aquí la ponencia Social], pero cuando tuvo mayoría absoluta incumplió su compromiso de derogar la ley Aído. “¿Debe hacernos pensar que el PP opta ahora por una ley de plazos? ¿Debemos concluir que se va asumir lo que no hace mucho se consideraba inconstitucional?”, se preguntaba una exsenadora este miércoles.
Como Cánovas, Rajoy cree que “la política es el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible”. Su presidente ha sacado al PP de todas las batallas ideológicas y se ha dedicado a administrar las urgencias económicas bajo la idea motriz de que “no hay política social posible sin una buena política económica”. Hoy tiene datos para sentirse seguro de lo que hace. Sabíamos que el PP es imbatible entre los mayores de 60 años: le aportan en cada votación siete millones de votos estructurales. Pero como ha advertido el consultor Iván Redondo, el barómetro del CIS ha revelado esta semana, por segunda entrega consecutiva, que el PP es ya el segundo partido preferido por los menores de 45 años. Lejos de Podemos, sí, pero por delante de PSOE y Ciudadanos.
¿Valor seguro o mal menor?
Entre los votantes de 18 a 24 años los populares tienen el 15.8% de los apoyos (casi dos puntos más), entre los de 25 a 34 obtienen el 12.7% y entre los de 35 y 44 alcanzan el 16%. El cambio de tendencia es sustancial porque el PP ha llegado a estar por debajo del 10% durante la crisis en estos tramos y la primera etapa política del bloqueo. Han subido progresivamente cinco puntos desde entonces, muy lejos de los morados sí, pero supera a Ciudadanos (12.7%) y al PSOE (un 11%) en lo que Redondo define como “la batalla decisiva por la España que viene”.
«Los problemas son extremadamente graves, no se van a solucionar en dos tardes y las medidas no serán agradables», había alertado Rajoy en el último congreso, cinco años atrás. Hoy el vendaval de la crisis amaina, las tensiones sociales aflojan y Rajoy, paciente hasta la irritación de los que no entienden el “marianismo”, parece haberse salido con la suya: el PP es valor seguro frente al aventurerismo y la incertidumbre. Otros lo llamarán el éxito del mal menor: el voto sin ilusión. Viendo lo que tienen enfrente, los ‘populares’ se solazan en un congreso de palmaditas en la espalda. Su futuro político aparece despejado hasta que el PSOE y Podemos no encuentren la fórmula para entenderse. Y para eso, antes deben entenderse los socialistas consigo mismos y los de Iglesias con los de Errejón. Todo un reto.
Hasta entonces, el PP tiene la fórmula del éxito: más Rajoy.