Aunque se sospechara, nadie podía asegurar que Pedro Sánchez saliera en defensa reivindicativa de los sindicatos. ¿Qué sindicatos? Los sindicatos políticos de siempre, los que conocemos desde que empezó a haber libertad sindical en España.
– ¿Los sindicatos de los Ere fraudulentos y de los cursos de formación que no se impartían?
– Exactamente. Los sindicatos que también tenían liberados en las tarjetas black.
En realidad, no es cierto que nadie esperara la defensa de Pedro Sánchez. La anhelaban los propios sindicatos venidos a menos, la Unión General de Trabajadores, de ideología socialista, siempre ligada al partido, y las Comisiones Obreras, de origen e inspiración comunista, que estaban muy necesitados de una palabra de apoyo. Pero dentro del Partido Socialista, esa parte de gente que ambiciona un partido moderno, despegado del lastre del chanchullo y acondicionado a las necesidades del nuevo tiempo, ha sufrido una decepción.
Los sindicatos políticos de siempre demostraron, justo después de las palabras de Pedro Sánchez, que ya no tienen clientela. Las manifestaciones reivindicativas del primero de mayo han sido las más tristes de la historia, con lógica aplastante porque si hay algo serio que reivindicar en materia sindical es la renovación por vía de relevo de los sindicatos políticos de las subvenciones, de los convenios impuestos, de los liberados y de los piquetes informativos que coaccionan e insultan a quienes no hacen lo que ellos mandan.
Los sindicatos en España no llegan al 10% de afiliación; son los menos queridos por los trabajadores de Europa después de haberlo tenido todo para hacerse con su clientela. Han vivido a cuerpo de rey gracias a los subsidios públicos, los encargos bien pagados y las indemnizaciones históricas, con el apoyo de los Gobiernos sucesivos hasta que el actual del Partido Popular decidió terminar con los privilegios. Y no han aguantado el achuchón, sobre todo al perder la potestad de elaborar los convenios sectoriales, suprimidos como parte de las medidas contra la crisis económica, y al mostrar los periódicos manchas de corrupción fétida, como la de los tejemanejes con dinero de los parados en el ámbito de la Junta de Andalucía.
La esperanza de los sindicatos es que gane las elecciones Pedro Sánchez porque les ha prometido devolverles el poder de elaborar los convenios sectoriales, cuya supresión por el Gobierno de Mariano Rajoy ha liberado a las empresas de medidas laborales y contractuales inasumibles, que eran impuestas a nivel general sin tener en cuenta las características, las necesidades y las urgencias empresariales en cualquier punto del país. Lo que pretende Pedro Sánchez es derogar la reforma laboral, de la que forma parte esta limitación del poder de los sindicatos. La abolición de la realización estrella del Gobierno popular es un propósito anunciado más ahora en que, precisamente, empieza a manifestar sus frutos.
Había esperanzas puestas hace meses en Pedro Sánchez cuando fue elegido por su partido, quizá por contraposición al otro candidato con posibilidades, Eduardo Madina, que parecía inclinarse más hacia la izquierda fútil tipo Zapatero. Pero es él quien ahora vende su alma por una parcela izquierdista. Su mano derecha, César Luena, ha proclamado que el PSOE descarta pactar con el PP pero no descarta pactar con Podemos. Susana Díaz, aunque hace gestos para distanciarse, actúa con esas premisas. Eso lo dice y lo hace el partido del turno, que fue elegido por los españoles para gobernar porque se había instalado en la moderación –no cuando Zapatero, que lo disimuló- y ahora no hace ascos a los populistas de la extrema izquierda que se están vistiendo a toda prisa con pieles de cordero.
Lo primero que debe ofrecer un partido de centro izquierda que dice que quiere gobernar es sensatez y no la imprudencia de hacer tabla rasa del trabajo de su antecesor. Pero se ve que la obsesión de alejarse de la derecha le nubla el pensamiento a Pedro Sánchez, que ahora propone “una alianza entre generaciones” pero dejando también al margen a la derecha, lo que convierte su proyecto en otro pacto de unos contra otros. Yo entiendo que Pedro Sánchez esté de los nervios con las noticias nada buenas que le ofrecen las encuestas, pero está fuera de la lógica que trate de combatir las exiguas esperanzas electorales con un acercamiento a quienes pretenden acabar con la democracia (Podemos quiere echar abajo la Constitución) y con un alejamiento de quienes ya han sido socios de su partido (sostuvieron el Gobierno del PSE en Euskadi) y pueden volver a serlo para defender y mejorar la democracia española.
Y entiendo también el descontento con un líder que hace excursiones hacia la periferia e incluso extramuros del sistema.