Los guías turísticos de Edimburgo cuentan con sorna que cuando en 1996 Escocia recuperó la Piedra del Destino, aquella sobre la que se coronaban los reyes escoceses, en la solemne ceremonia de entrega se escuchó en algún momento la banda sonora de ‘Misión Imposible”. Un triunfo para el orgullo escocés, que había esperado más de siete siglos para ver que su talismán volvía a casa.
El camino hacia la independencia que ha emprendido Escocia, un territorio de 5,2 millones de habitantes y una tasa de paro del 7,7%, está enraizado en su historia y singularidad cultural. Pero desde las primeras elecciones en su parlamento en el año 1999 el nacionalismo se mueve con criterios pragmáticos en busca de la soberanía económica y fiscal para que así el camino a la independencia no tenga vuelta atrás.
El sentido práctico que ha marcado por momentos el movimiento nacionalista escocés se ha visto apoyado por los partidos unionistas. Por ejemplo en 2009, el parlamento escocés aupado por el Partido Laborista abogó por ampliar las competencias en autonomía financiera y presupuestaria, entroncando así con una reivindicación de los independentistas. Tienen el ojo puesto en el modelo fiscal del País Vasco – la institución autonómica pude regular los impuestos, gestionarlos y recaudarlos.
El Gobierno nacionalista de Alex Salmond, que obtuvo una histórica mayoría absoluta el año pasado, ha convocado el referéndum para el otoño de 2014, una fecha que Londres ve demasiado lejana, prefiere adelantarlo a 2013 y así no alterar la economía. El Gobierno británico rechaza la independencia, pero no se opone a la consulta popular porque cree que sería contraproducente al avivar las voces separatistas y generar inestabilidad política en tiempos convulsos.
Un estado escocés con la libra e Isabel II
Los gobernantes escoceses demandan un estado separado del Reino Unido, con la libra esterlina y con Isabel II como jefa de Estado. Una aspiración ambiciosa que puede verse frustrada si se contrasta con la opinión de la sociedad. Una mayoría quiere el referéndum, pero los que apoyan un estado independiente son entre el 20 y el 30%, según las encuestas realizadas en los últimos años.
Alberto Dorrego de Carlos, letrado de las Cortes Generales, ha publicado un artículo en FAES sobre el referéndum escocés en el que analiza la situación desde la óptica histórica y política. En su opinión, el nacionalismo escocés tiene un peso cultural e histórico, pero comparte la opinión de analistas que ven en el referéndum la pretensión de “obtener alguna ventaja fiscal bajo el paraguas del Reino Unido”. Aunque la tasa de paro en Escocia está por debajo de la media del Reino Unido (10%), no se ha visto nunca como un motor económico aunque su sector de producción crece en este momento, al igual que los servicios.
Solo una pregunta en el referéndum: Sí o no a la independencia
El problema es que el Gobierno de Cameron quiere formular la única pregunta en la consulta: Sí o no a la independencia. No caben fórmulas hacia una mayor autonomía fiscal. Londres sabe que la independencia no es la opción mayoritaria entre la sociedad, por eso quiere convocar la consulta cuando antes. Mientras, el Gobierno escocés pretende ganar tiempo para convencer al electorado antes del camino de la segregación.
En todo caso, Europa se está preparando ante este proceso de independencia y las tensiones regionalistas en el continente. Cataluña sigue muy de cerca el proceso escocés. Dorrego no ve semejanzas entre el caso catalán y el escocés, pero entiende que desde ambos lados se miren para encauzar el proyecto soberanista.
El caso de Escocia está un paso por delante, ya que el primer ministro ganó por mayoría absoluta en las elecciones en las que se presentó con una convocatoria de referéndum como promesa. Ahora Artur Mas lanza el órdago de un mandato de la autodeterminación con la convocatoria electoral.
Alberto Dorrego considera que se abren muchos interrogantes sobre el referéndum escocés, sobre el día después y las consecuencias de un sí. Un estado independiente escocés estaría fuera de la UE.
Europa tiene delante un reto casi insólito. “En el continente europeo no se han producido situaciones similares. Ha habido casos de integración, por ejemplo la República Democrática de Alemania. Bueno, la única salida fue la de Groenlandia». La isla, miembro de la Comunidad Europea como parte de Dinamarca, decidió por referéndum en 1982 de la entonces CE.