No es nueva la presencia de realizadores iraníes en el festival de Valladolid, que en España dio a conocer la figura de Abbas Kiarostami, con la participación de realizadores de diferentes generaciones y temáticas, hace unos años como portavoces de denuncias sociales que ahora están más diluidas.
Desde Abbas Kiarostami, Espiga de Oro en 1994 («A través de los olivos»), han visitado la Seminci entre otros iraníes Mohsen Makhamalbaf («Kandahar») y Marjane Satrapi («Persépolis»), que inauguraron la Seminci en 2001 y 2007, además de Maryam Keshavarz («Circumstance») en 2011 e Ida Panahandeh («Nahid») el año pasado.
A todos ellos, cineastas formados fuera de su país, en ocasiones hijos de inmigrantes o exiliados forzosos y portadores de denuncias, se unen realizadores como Asghar Farhadi y Reza Mirkarimi que hoy han presentado sus últimos trabajos dentro de la 61 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci).
«Forushande», el largometraje de Farhadi (Ispahan, Irán, 1972), evoca en su idioma de origen el drama de Arthur Miller «Muerte de un viajante», que en la película representan Emad y Rana, la pareja protagonista que, al igual que en esa pieza dramática, se ve desbordada por el progreso.
Ambos deben abandonar su piso en el centro de Teherán debido a la amenaza de una ruina que también amenaza a la estabilidad de sus vidas debido a una serie de problemas con la dueña del inmueble.
Las luces y las sombras del ser humano, sus contradicciones, desfilan ante los ojos del espectador en este filme, lejos de los argumentos de calado religioso y político de otros directores de su país que han visitado la Seminci.
Esta disolución de conflictos como categoría argumental también se aprecia en «Dokhtar», de Reza Mirkarimi (Teherán, 1967), aunque se perciben rasgos de la autoridad paterna sobre la familia y en especial de las hijas, sometidas a las directrices del cabeza.
Es lo que le ocurre a la joven Setareh, quien no obtiene el permiso de su progenitor para asistir en la capital a una fiesta de despedida de una de sus mejores amigas, pese a lo cual emprende el viaje.
El acto de desobediencia desencadena una serie de circunstancias que Mirkarimi aprovecha para poner de manifiesto el rigor y la tensión entre tradición y modernidad que perdura en algunas partes de Irán.
Junto a ambas películas ha competido y se ha estrenado como director en esta Seminci Mohamed Ben Attia (Túnez, 1976), quien ha presentado «Imhebek Hedi», una producción con dinero procedente de Túnez pero también de Catar, Emiratos Árabes, Bélgica y Francia.
Buena acogida ha dispensado el público a esta cinta que pone de manifiesto la evolución personal del joven Hedi, quien a sus 25 años acepta de forma sumisa la boda de conveniencia que le ha preparado su familia hasta que, una semana antes del enlace, conoce a una joven de la que se enamora y se rebela.
A lo largo de la película, rodada durante la celebración en Túnez de las primeras elecciones democráticas, en 2011, el realizador no deja pasar la oportunidad de mostrar la situación social y política de su país, con el turismo, uno de sus principales activos, inmerso en una grave crisis.
Ninguno de los tres directores en competición ha visitado Valladolid para presentar sus trabajos en un festival que hoy celebra el Día de la India, para conmemorar el sexagésimo aniversario del establecimientos de relaciones diplomáticas entre India y España.
Con este motivo, el actor Kabir Bedi y el productor Bobby Beddi recogerán esta tarde sendas Espigas de Honor.
La 61 Seminci enfila mañana su recta final con la proyección de la película israelí «Sufat chol» («Tormenta de arena»), de Elite Zexer; de la brasileña «Mae Soh ha uma» («Madre solo hay una»), de Anna Muylaert; y la esperada «Kazoku wa tsuraiyo» («Maravillosa familia de Tokio», del japonés Yoji Yamada, Espiga de Oro en 2013 con «Una familia de Tokio».