La artista donostiarra Esther Ferrer lleva años trabajando con su cuerpo, como una «performer» pionera que, según ha asegurado hoy, lo que pretende es «hablar de la inteligencia de la gente, de su pensamiento y no de sus emociones».
«No me interesa despertar emociones. Procuro en la medida de lo posible excluir mi subjetividad. Me va muy bien», ha dicho esta creadora en una rueda de prensa en el centro Arteleku de San Sebastián, donde esta tarde inaugura las jornadas Feministaldia 2014 con una conferencia sobre «arte y feminismos».
Ferrer, recientemente galardonada con el Premio Velázquez de Artes Plásticas, ha dicho que no suele participar en actividades en las que tenga que hablar exclusivamente de su trabajo.
En este caso, ha aceptado la invitación del colectivo Plazandreok para acudir a este encuentro porque lo hará como mujer feminista -que no artista feminista-, un papel que ejerce desde que se levanta hasta que se acuesta, según ha recalcado la artista, nacida en San Sebastián en 1937 y afincada en París desde 1973.
Desde esa militancia le llama la atención que sean precisamente las mujeres, sobre todo las jóvenes, las que más se sorprendan de que muchas veces se muestre desnuda en sus «performances» y le pregunten si no le da «vergüenza» que se le vea el cuerpo, especialmente ahora que ya es «vieja».
«Eso sí que lo hago por militancia pura y dura. Tengo derecho a ser mujer y no corresponder a los cánones estéticos al uso. Tengo derecho a ser vieja y no tener vergüenza de mi cuerpo», ha destacado.
Ha comentado que le interesa el cuerpo como objeto y soporte de la obra y que si ha optado por utilizar el suyo para sus representaciones es porque le resulta «más fácil que emplear otro» y no tiene que «pedir permisos ni dar explicaciones».
Ferrer prefiere expresar placer a dolor y siempre ha elegido «trabajar pobre», poder «decir lo más con lo menos», por lo que en sus trabajos siempre empieza por «eliminar» hasta quedarse con «la idea cruda».
«Nunca intento adornar lo que hago, poner elementos que no puedo justificar yo misma, aunque fuera a embellecerlo o hacerlo mejor o peor, divertido, triste o emocional», ha precisado.
La artista, que formó parte del grupo ZAJ, influenciado por el compositor John Cage, del que tomó esa idea de sustraerse a la subjetividad, también fue reconocida en 2008 con otro destacado galardón, el Premio Nacional de Artes Plásticas.
La distinción llegó después de varias décadas dedicada al arte conceptual, a un tipo de expresión como las «performances» con las que al principio «la gente se partía de risa».
«Aunque mejor reirse que llorar, que para llorar ya había suficientes razones en aquella época», ha señalado Ferrer, que hoy presentará en Arteleku sendos vídeos con la misma acción, uno de 1995 y otro de 2014.
La creadora vasca cree que sus representaciones no tienen por qué estar siempre dirigidas a un público, a veces las realiza en solitario, como cuando hace años vio junto al Pont Neuf parisino a un hombre, que como ella, caminaba bajo un paraguas con una gabardina similar y decidió andar hasta unirse con él en el puente.
Ferrer sigue practicando estas acciones individuales «por su propio equilibrio personal y artístico».
«Me da seguridad porque, aunque sean malas, compruebo que sigo teniendo ideas», ha afirmado.