Lo único que pasaba en Santa María, la ciudad imaginada por Juan Carlos Onetti, era el tiempo hasta que llegaron las horas felices de las mentiras, las que la compositora Elena Mendoza ha urdido para la ópera que le encargó Gerard Mortier y que esta noche, por fin, ha visto la luz en el Real.
«La ciudad de las mentiras» iba a ser el cierre de la temporada 2014/2015 del Real -el segundo estreno absoluto tras «El público», de Mauricio Sotelo- pero la enfermedad y el fallecimiento de Mortier, en marzo de 2014, así como «las condiciones económicas» aconsejaron posponerlo.
Mendoza (Sevilla, 1973), segunda compositora que estrena en el Real -la primera fue Pilar Jurado, en 2012-, ha querido dedicar a Mortier una partitura que le ha llevado tres años de trabajo y con la que el Real se ha volcado en esta delicada producción.
Con una sala mermada de público -el Real es más, mucho más, de repertorio que de novedades-, el estreno mundial de «La ciudad de las mentiras», de hora y media de duración, ha suscitado una tibia reacción, atravesada tanto por «bravos» como por abucheos.
La ópera de Mendoza -Premio Nacional de Música y catedrática de la Universidad de las Artes de Berlín- se basa en cuatro cuentos de Onetti (1909-1994): «Un sueño realizado», «El álbum», «La novia robada» y «El infierno tan temido».
De los cuatro cuentos escogidos, Mendoza y Matthias Rebstock, autor del libreto, han seleccionado sólo unos pocos pasajes característicos, que son cantados -poco-, hablados -la mayoría- y a veces proyectados como texto sobre la totalidad de la escenografía.
«Hemos trabajado para hacer un espacio de apariencia teatral. Más que una ópera es un teatro musical», reconocía Mendoza en la presentación y, de hecho, la obra se subtitula «teatro musical en quince escenas».
Todo gira en torno a la mentira, no en un sentido moral, sino como estrategia existencial, es decir, como herramienta para poder cuestionar la propia existencia: «Se dice que hay varias maneras de mentir; pero la más repugnante de todas, es decir la verdad, toda la verdad…», dice Onetti.
Las mujeres del escritor se aferran a las imágenes inventadas que tienen de sí mismas, y la ambigüedad de sus retratos, hechos a base de elipsis y alusiones, se multiplica en los planos del sonido y de la representación escénica, de eminente carácter coral.
Interpretada por Katia Guedes, Anne Landa, Anna Spina, Laia Falcón, Graham Valentine, David Luque, Michael Pflumm, Tobias Dutschke y Guillermo Anzorena, la música de Mendoza bebe de la tradición tímbrica, de las vanguardias, de Ligeti y la música espectral, sin ninguna concesión a las convenciones operísticas.
Sus cuatro personajes femeninos se entrecruzan en escenas con un lenguaje muy poético, ambiguo y abierto, muy narrativo y teatral: en un delirio de duermevela, una señora sin nombre (soprano), Moncha (violín), Gracia (soprano) y Carmen (acordeón), rechazan la hostil Santa María y se refugian en un mundo paralelo.
La primera mujer, cuya historia, «Un sueño realizado», vertebra todas las demás, contrata a un director de escena arruinado, Langman, para dirigir la representación de un sueño placentero que tuvo un día.
La segunda -«La novia robada»- deambula con un flamante vestido de novia «celebrando» su boda con un enamorado ya difunto.
La tercera -«El infierno tan temido»-, es una mujer herida por el dolor y la traición, que se venga de su marido enviándole fotos obscenas con otros hombres.
La última llega a Santa María con una maleta de cuentos tan reales que parecen mentira y que cuando se revelan ciertos se convierte en la peor traición posible, ya que deshace el encantamiento.
Cada relato está enmarcado en un universo musical propio, aunque las historias tengan una tela dramatúrgica y una estructura formal común.
Así, en cada cuento hay un solo para la protagonista, un dúo, una «escena de chismorreo» y una noticia radiofónica, tal como acontece en los diferentes relatos de Onetti.
Su obra es polifónica, lo que contribuye a ampliar el juego de paralelismos, coincidencias y equívocos, y la orquesta en dos está en el foso y en el Palco Real, dirigida por Titus Engel.
Además, hay seis instrumentistas músicos que se mueven por el escenario, junto a cantantes y actores, que encarnan a algunos de los personajes onettianos y declaman partes del texto.
Es una versión «muy teatralizada» con muchos elementos escénicos que también serán personajes como el hotel o un bar, cuya barra se convierte en un instrumento musical o una emisora de radio.
¿A Onetti le habría gustado?. Según su mujer, Dolly, presente esta noche en el estreno, no. Es más, le habría «horrorizado», porque su mundo no era el de la música, tan así que solo vio una, «Tristán e Isolda», de Wagner, y no le quedaron más ganas.