El ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, el liberal francófono Didier Reynders, manifestó hoy su oposición a prohibir el burkini en el espacio público y calificó de medida «sin sentido» el hipotético veto de la prenda en su país.
«Prohibir el burkini en el espacio público no tendría sentido», aseguró el político del liberal Movimiento Reformador (MR) durante una entrevista en la emisora de radio RTL, si bien admitió que la cuestión se puede plantear en las piscinas por motivos higiénicos.
De todas formas, Reynders manifestó su oposición a utilizar el traje de baño que cubre todo el cuerpo dado que supone un «aprisionamiento de las mujeres en su comunidad».
En ese sentido, Reynders pidió una discusión «real» sobre el laicismo y no un «debate histérico».
«No es aceptable que los signos religiosos estén presentes en el parlamento, las administraciones o las escuelas», comentó el ministro de Exteriores belga.
El propio primer ministro Charles Michel, perteneciente al mismo partido que Reynders, mostró el sábado pasado en una entrevista con el diario «Le Soir» su oposición a prohibir el burkini y reconoció que semejante norma plantearía dificultades «técnica y prácticamente».
«En la práctica, si queremos aprobar una ley, ¿cómo distinguir el burkini de un traje de buceo o de la camiseta que lleva un niño pequeño para evitar que le queme el sol?», cuestionó Michel.
Tras las declaraciones de la diputada nacionalista flamenca Nadia Sminate el pasado 17 de agosto a favor de prohibir el burkini, este lunes el presidente de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), Bart De Wever, aseguró que su partido rechaza el veto generalizado del burkini a nivel federal en Bélgica.
A mediados de agosto, un portavoz del partido del primer ministro manifestó su disposición a debatir el veto del burkini porque la prenda «no fomenta la vida en común».
La polémica sobre el burkini surgió en Francia con su prohibición en Cannes y Villeneuve-Loubet, ambas localidades de la Costa Azul, y desde allí se extendió a Bélgica, pese a que no es frecuente su utilización en las playas, según confirmaron los alcaldes de varias ciudades costeras al diario «De Standaard».