Usuarios de redes sociales de todo el mundo se han unido a una campaña internacional, promovida por una ONG, para denunciar la impunidad con la que Joseph Kony, el señor de la Guerra de Uganda, ha sorteado la condena del Tribunal Penal Internacional.
Kony, al frente del Ejército de Resistencia del Señor (Lord»s Resistance Army, LRA), reclutó al menos a 30.000 niños como soldados, para cometer atrocidades durante el conflicto en Uganda.
Unicef, la agencia para la infancia de Naciones Unidas, en diversos análisis de la situación que sufren los menores forzados a combatir en milicias de guerras como la de Uganda, Sierra Leona, o Somalia, estima que unos 300.000 niños y niñas menores de 18 años participan hoy día en más de 30 conflictos en todo el mundo.
La venganza, o el poder comer cada día
Los niños soldados -según un informe de Naciones Unidas- son utilizados como combatientes, mensajeros, porteadores, cocineros y para servicios sexuales forzados durante los conflictos.
Mientras que algunos son secuestrados o reclutados a la fuerza, otros se ven obligados a tomar las armas por pobreza, abusos en el propio hogar, o a la búsqueda de venganza por la violencia previa cometida contra ellos o sus familias.
Según los informes de esta agencia de la ONU, los menores son más propensos a convertirse en niños soldados si están separados de sus familias, están desplazados de sus hogares, viven en zonas de combate o tienen un acceso limitado a la educación. La experiencia en casos como el de Uganda parece haber desvelado que, muchos niños, decidieron unirse a grupos armados como único camino para garantizarse la alimentación diaria y la supervivencia.
El reclutamiento de Kony en Uganda fue tan masivo que los niños terminaban por unirse »voluntariamente» a participar en la guerra, sin darse cuenta de los peligros y abusos a los que serían sometidos.
En todo este drama hay que destacar la situación particular de las niñas en los conflictos, ya que el riesgo potencial de sufrir violencia sexual, es infinitamente superior. Además, tras la puesta en marcha de programas para desmovilizar y reintegrar a niños soldados, se ha detectado que aún no se ha dado con la clave para atender las necesidades de las niñas secuestradas durante la guerra para servir como esclavas sexuales. La razón es que, las menores, pueden no tener otra alternativa que permanecer bajo la custodia de sus secuestradores.