El terremoto que ha asolado el centro de Italia este miércoles, de 6,3 grados Richter, ha dejado una la lista de fallecidos que todavía no se ha cerrado y ya la copan 247 personas, entre los que se encuentran muchos menores y una joven española. Pese a que la noticia está ocupando los titulares de todos los periódicos y que ha sorprendido dentro y fuera del país, se podrían haber evitado muchas muertes si las construcciones hubiesen sido más resistentes.
Las tres claves que explican por qué la madrugada del miércoles un seísmo destrozó el centro de Italia son: la construcción de los edificios, la magnitud del terremoto, 6,3 grados Richter, y la profundidad, 5 kilómetros. Cuanta más magnitud, más dañino es, cuanta menor profundidad, mayor es la devastación, por eso si ocurre a 20 kilómetros bajo tierra puede que ni se sienta.
Carlos González, sismólogo de la Red Sísmica Nacional, explica que aunque existen factores importantes que explican por qué se ha producido este terremoto, “en Japón tienen terremotos de 8 grados y en las imágenes no vemos apenas destrozos. El tipo de construcción influye mucho, eran casas muy antiguas, que cuando se construyeron no habría normativa y por eso se han venido abajo. No estaban preparadas para aguantar un terremoto de tal magnitud”.
LA zona donde se ha vivido el seísmo es “carne de cañón” por varios motivos: las placas tectónicas del mar Adriático se meten por debajo del centro de Italia, y eso genera bastantes terremotos; la tensión del empuje de la placa euroasiática con la africana, estas presiones generan seísmos; además, todas las fallas que existen por el centro de la bota de Italia, son las culpables de estos terremotos, porque liberan energía.
Es imposible predecir un terremoto, “no hay manera”. Por tanto, no se puede descartar que ocurra otro. Sin embargo, lo que sí se sabe es que por toda la cordillera de los Apeninos hay un alto riesgo de seísmo, por eso “habría que haber acondicionado las casas”.