El papa ha acudido este martes al Parlamento Europeo para dar un soplo de esperanza para «una Europa envejecida, cansada». En sus palabras al hemiciclo en Estrasburgo ha hecho una llamada a mantener «la identidad cristiana de Europa». Es la primera vez que un pontífice habla ante la cámara desde que lo hiciera el papa Juan Pablo II en 1988. Durante su discurso ha hecho un llamamiento a una sociedad solidaria y a una Europa fundamentada en sus raíces cristianas.
El pontífice ha sido interrumpido en numerosas ocasiones por los asistentes, que ocupaban casi todos los asientos de la sala y que han irrumpido en aplausos ante sus palabras. Al final del encuentro se han puesto en pie y le han aplaudido durante más de un minuto.
A su llegada, directamente desde el aeropuerto de Estrasburgo se ha celebrado una breve ceremonia de acogida, con los himnos del Vaticano y de la Unión Europea (UE), interpretados por la orquesta del Eurocuerpo. En la sala se encontraban la mayoría de diputados. Antes de entrar se ha encontrado con una mujer que le alquiló una habitación en 1986 en Alemania, con la que ha conversado durante unos minutos.
El papa, en su discurso, ha agradecido la acogida, además de alabar el valor de la institución. Ha hablado de unidad, dando gracias a que Europa ya no esté dividida en dos.
Pero aun así ha tenido parabras algo duras para el viejo continente: «Mientras se producía una Unión Europea más amplia, también se producía un mundo más complejo y cada vez más en movimiento. Un mundo cada vez más interconectado y global, cada vez menos eurocéntrico. En una Unión menos importante, menos influyente, no se puede evitar la imagen de una Europa un poco envejecida, cansada, que tiende a sentirse menos protagonista en un contexto que la mira con desapego, desconfianza y, en ocasiones, con recelo», ha apuntado en el centro europeo. «Pero hay un mensaje de esperanza y de aliento», ha apuntado.
El papa ha llamado a la vuelta a los orígenes de la Unión Europeo, donde había «confianza en el hombre», para «trabajar juntos para superar las divisiones y favorecer la paz y la comunión entre todos los pueblos del continente».
La dignidad del hombre ha sido una de las claves de su discurso: «No tanto como ciudadano, no como agente económico (…) pero como alguien con dignidad trascendental», ha declarado. «¿Qué dignidad puede existir cuando falta la posibilida de expresar libremente su pensamiento y profesar sin constricciones su propia fe religiosa? (…) ¿Qué dignidad puede encontrar una persona que no tiene el alimento o lo esencial para vivir y que no tiene un trabajo que le dé dignidad?».
Ha denunciado el «trato de humanos como objetos», que cuando «ya no son útiles, son deshechados».
Ha llamado así a un mensaje de dignidad para la persona «reconocer que tiene derechos inalienables, que no se pueden quitar arbitrariamente, mucho menos por motivos económicos», ha señalado.
«Hay una tendencia a que los derechos individuales se defiendan sin el contexto de individuo en la sociedad, con deberes», ha señalado, «a menos que los derechos individuales se sometan armónicamente al bien mayor, estos acabarán por concebirse como ilimitados y llevarán al conflicto y a la violencia«, ha puntuado.
Los diputados europeos se han llevado también un ligero tirón de orejas. El papa ha hecho referencia a la falta de confianza de los ciudadanos en la UE, que creen, es distante, empeñada en establecer reglas percibidas como lejanas de la sensibilidad del pueblo indivicual. Europa como abuela, ya no fértil y vivaz. «Parece haber perdido su poder de atracción, reemplazada por la burocracia técnica de las instituciones». «Una opulencia que ya no es sostenible, que es fatalmente indiferente al mundo que nos rodea», ha apuntado.
«Se constata que prevalecen las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, y falta un auténtico foco antropológico. La vida humana está en peligro de convertirse en una pieza más del engranaje», ha señalado. El papa ha referido en varias ocasiones a una Europa «perdida, cansada». «Una Europa sin cercanía a la vida transcendental es una Europa que pierde su espíritu transcendental», y ha apuntado especialmente a la contribución del cristianismo al continente, pero «no como una amenaza a la secularidad de los estados».
«Correis el peligro de vivir en un mundo de ideas»
«Estoy convencido de que una Europa que sepa valorar sus raíces religiosas», ha declarado, «será capaz de hacer resistencia a las formas de extremismo extendidas por el mundo». Ha condenado así «actos barbáricos de violencia» del extremismo radical.
La centralidad del ser humano en nuestra sociedad ha sido otro punto recalcado por el papa, «en libertad». «Siempre tenemos que recordar que la buena configuración de la UE está basado en la solidaridad y unidad». «Teneis la responsabilidad de mantener viva la democracia para la gente de Europa», ha dicho directamente a los parlamentarios». «Correis el peligro de vivir en un mundo de ideas, de la mera palabra, de las imágenes, del sofismo… y de acabar alejándoos de la realidad de la democracia», ha puntuado.
El pontífice, que ha sido interrumpido por aplausos en numerosas ocasiones, ha continuado recalcando el valor de la familiar y de los centros educativos, que no deben ofrecer sólo conocimientos técnicos».
«Hay tanto potencial en Europa«, ha señalado, recalcando los campos de la energía renovable. «Europa siempre ha estado en la vanguardia para promover la ecología», «cada uno tiene una responsabilidad personal».
La ecología y protección del medio ambiente ha jugado otro rol importante: «la naturaleza está a nuestra disposición (…) pero no somos sus maestros. Sus custordios sí, pero no sus maestros», ha declarado. «No nos merecemos la tierra, no la cuidamos», cuidar de la naturaleza, ha indicado, «no signifca no destruirla, sino usarla para el bien».
«Es la hora de implementar políticas que promuevan el empleo»
«Es la hora de implementarpolíticas que promuevan el empleo, pero también aquellas que le den dignidad», ha insistido, «buscando estabilidad y seguridad para su desarrollo humano». Ha tenido palabras también para otro drama que preocupa a Europa ahora mismo: la inmigración. Palabras contundentes del pontífice: «No podemos permitir que el Mediterráneo se convierta en un enorme cementerio». «Los botes que llegan a las costas están llenos de personas que necesitan ayuda y asistencia», ha apuntado, tras numerosos aplausos. Ha apostado también por ayudar a los países de origen para solucionar el problema. «Tenemos que actuar en las causas y no solo en los efectos».
«Tenéis el deber de proteger y alimentar la identidad de Europa», ha señalado a los diputados. «Los cristianos son al mundo lo que el alma es al cuerpo«, ha declarado, recalcando la identidad cristiana del viejo continente. «Europa será capaz de hacer frente a las problemáticas asociadas a la inmigración si es capaz de proponer con claridad su propia identidad cultural y poner en práctica legislaciones adecuadas». «Ha llegado el momento de trabajar juntos, para construir una Europa, no alrededor de la economía, pero alrededor de la naturaleza divina del ser humano».
«Ha llegado el momento de constuir una Europa que mire al cielo y persiga ideales«, ha finalizado, ante una cámara que se ha puesto en pie después de sus palabras.