El mundo se ha convertido en un lugar cada vez más peligroso para millones de refugiados y migrantes, cuyos derechos son vulnerados por gobiernos preocupados ante todo por proteger sus fronteras, denunció el jueves Amnistía Internacional.
Hay demasiados gobiernos que cometen abusos contra los derechos humanos en nombre de los controles migratorios, sobrepasando con mucho las medidas legítimas de control de fronteras, según Amnistía Internacional.
Las medidas afectan tanto a las personas que huyen de los conflictos en países como Siria, Sudán o la República Democrática del Congo, como a los 214 millones de emigrantes que se estima han abandonado sus casas en busca de un trabajo o de una vida mejor en otro país.
Millones de migrantes se ven abocados a situaciones abusivas, como el trabajo forzado o los abusos sexuales, debido a políticas migratorias que permiten explotar a estas personas con impunidad que responsabiliza a la retórica populista de alimentar estas políticas.
La ONG critica, entre otros, a la Unión Europea y a Estados Unidos por aplicar medidas de control de fronteras que ponen en peligro las vidas de estos ciudadanos «de segunda».
Cuando logran llegar a su destino, muchos migrantes son sometidos a condiciones equiparables al trabajo forzado o, en algunos casos, análogas a la esclavitud.
Los migrantes indocumentados son los más propensos a sufrir abusos, dado que carecen al mismo tiempo de la protección de sus países de origen y de los de acogida.
Y eso que los trabajadores migrantes contribuyen a la economía global con remesas equivalentes al triple de la ayuda oficial al desarrollo, señala la organización. Según el Banco Mundial, las remesas a los países en desarrollo alcanzaron los 406.000 millones de dólares en 2012.
La organización subraya en ese sentido el contraste existente entre las trabas que se ponen a las personas y la facilidad con la que circulan a través de las fronteras los capitales y las armas convencionales que, a menudo, fomentan la violencia y los abusos.