Europa respira aliviada
Lectura rápida. Francia ha escapado al cerco populista. Europa respira. La presidencia no se la disputarán los dos candidatos del extremismo político: Le Pen a la derecha, Mélenchon a la izquierda. El socioliberal Macron ha sido impulsado como líder de los franceses que quieren reformas, pero no ruptura. Marine Le Pen, como le sucedió a su padre en 2002, sufrirá el 7 de mayo el todos contra uno. El fantasma populista volverá a ser derrotado.
42% de votos extremistas
Lectura con luces largas: el extremismo sigue creciendo en Francia. Y ya suma más del 40 por ciento de los votos. Porque además de Le Pen (22%), el amigo galo de Castro y Chávez, Jean-Luc Mélenchon, ha pisado los pies al candidato de la derecha y se ha quedado al borde del 20 por ciento de los sufragios.
El colega de nuestro Pablo Iglesias es el único que a esta hora aún no ha pedido a sus partidarios el voto para frenar a Le Pen. Se resiste a elegir entre Le Pen o Macron, como han hecho el resto de los líderes del bipartidismo triturado en Francia. Lo consultará a las bases, dice.
El rechazo a Le Pen hija el 7 de mayo no será tan absoluto como el que concitó el rechazo a Le Pen padre en 2002, que apenas sumó un voto más en la segunda vuelta. Marine podrá pescar en el electorado de Mélenchon y de los republicanos.
Hundimiento del bipartidismo
En 2002, cuando Le Pen padre disputó la segunda vuelta a Chirac, los dos partidos pilares de la República, republicanos y socialistas, sumaron el 36 por ciento de los votos. Este domingo, se han quedado en el 25 por ciento. Es la primera vez en sesenta años que ninguno de los dos partidos que han gobernado Francia estará en la segunda vuelta. El otrora todopoderoso Partido Socialista, entregado a un candidato radical, apenas ha cosechado el voto de 6 de cada 100 franceses. Como ha certificado Valls, el partido ya forma parte de la historia.
Los extremos se tocan
Mélenchon ha crecido a costa del socialismo desencantado con el giro liberal de Valls, pero también ha sumado en el electorado de izquierdas que siempre ha nutrido al Frente Nacional, trabajadores sin cualificación castigados por la inmigración. De hecho, el resultado de Le Pen es inferior al que le pronosticaban muchas encuestas. Ni siquiera ha podido superar a Macron. Con todo, nunca tantos franceses habían votado antes por el Frente Nacional, casi ocho millones esta vez. Y va de récord en récord desde que la hija tomo el relevo del padre.
Esta es la realidad: cuatro de cada diez franceses han optado por los extremos. Extremos que se tocan en su rechazo a la Unión Europea, la predilección por el proteccionismo y la economía dirigida, la cercanía con Putin, la tendencia al gasto social y ese discurso común a todos los populismos de que el pueblo que debe ser salvado de la casta y la oligarquía depredadora. Por eso Le Pen reclama su apoyo el 7 de mayo para derrotar al enemigo común: “El frente republicano podrido”.
El reto de Macron
La marea populista sigue subiendo. Y la tendencia cambia, o llegará el día en que la suma de los perdedores no será suficiente para levantar un dique de contención frente al extremismo. Este es el reto de Macron. No ganar solo la presidencia, sino alcanzar la reconstrucción de un país fracturado que no tenga que cruzar los dedos y contener la respiración cada cinco años. Y tiene que hacerlo sin un partido detrás.
No ha empezado con buen pie. La fiesta en una «brasserie» de París con la que celebró la victoria rodeado de famosos le ha valido al candidato su primera polémica. Las fotografías de Macron en actitud triunfal y rodeado de gente conocida no tardaron en ser comparadas con la velada del expresidente Nicolas Sarkozy en el lujoso restaurante «Fouquet»s» el 6 de mayo de 2007, día de su victoria. Para Sarkozy, su celebración en ese restaurante cimentó su criticada imagen de nuevo rico, aficionado al lujo y a la exposición pública de su vida privada.