Tal día como hoy de hace 57 años nació la leyenda. El 10, el Barrilete Cósmico, el D1OS, el Maradó, el Pelusa, el Pibe de Oro. Diego Armando Maradona nacía en la ciudad argentina de Lanús un 30 de octubre de 1960. Considerado por prensa, crítica y afición como uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, labró su reputación a golpe de genialidad. Sin embargo, el argentino consiguió grabar su nombre con letras de oro en la historia del futbol en un encuentro en concreto. Corría el año 1986 y Maradona salía al campo del Estadio Azteca para jugar los cuartos de final contra Inglaterra. Sólo cuatro años después de la Guerra de las Maldivas contra el Reino Unido de Margaret Thatcher.
Esto son los dos grandes goles que crearon el mito de Maradona.
La mano de D1OS
Pocos espectadores en el Estadio Azteca sabían antes de comenzar el encuentro que serían testigos de dos momentos que serían leyenda.
Entonces el portero inglés Peter Shilton (20 centímetros más alto que el propio Diego) salía al encuentro de un balón aéreo dividido. El jugador argentino saltaba a la par que el guardameta. Fue entonces cuando Maradona empujó la pelota hacia la portería, pero con una ayuda extra.
Después del encuentro bromeó a los periodistas: “la pelota entró un poco con la cabeza un poco con la mano de Dios”.
Años después se permitió confesar y jactarse de su hazaña en su biografía.
“Ahora sí puedo contar lo que en aquel momento no podía, lo que en aquel momento definí como «La mano de Dios»… Qué mano de Dios, ¡fue la mano del Diego! Y fue como robarle la billetera a los ingleses también…”
El gol del Siglo
El espectáculo no había terminado. A Maradona aún le quedaba un as bajo la manga para firmar el que fuera bautizado como el mejor gol del mundo, gol a los ingleses, o la jugada de todos los tiempos.
El título gol del siglo lo decidió la FIFA durante el mundial de 2002 en una votación de semanas donde votaron más 300.000 personas de más 150 países. Una solitaria cabalgada de quince segundos desde mitad del campo y por la banda derecha hasta acabar regateando al portero para marcar el segundo tanto del encuentro. Un momento para enmarcar para la historia del fútbol.