«No vengan», escribió a sus compatriotas una gambiana de 12 años, rescatada de un naufragio de migrantes en el Mediterráneo. Pero ni esa advertencia ni los riesgos disuaden a quienes están decididos a dejar el país africano, donde no ven futuro ni esperanza.
Fue la falta de dinero lo que hizo que renunciara Lamin Fatty, originario de los suburbios de Banjul, a llegar a Europa desde Libia. Por ello tuvo que regresar a Gambia en diciembre.
Un día en Trípoli, la capital libia, uno de sus compañeros «fue herido tras haber sido apuñalado por dos jóvenes que le robaron su dinero y su teléfono móvil«, cuenta Fatty a la AFP.
«Como aumentaban las agresiones contra los extranjeros, decidimos regresar a Gambia, ya que no teníamos dinero para pagar a los traficantes la travesía a Italia», añade.
Otro caso es el de su compatriota Adama Sarr, desconsolado por no haber logrado su objetivo. Antes, a punto estuvo de morir en el Sáhara cuando el camión de migrantes nigerianos que precedía el suyo topó con una mina.
La detonación fue ensordecedora, y la carretera se vio cubierta de pedazos de carne humana.
«Los heridos fueron llevados a Agadez (norte de Níger) para ser curados por el ejército, y nosotros enterramos a los muertos en el desierto y proseguimos el viaje», relata.
Retornar a Gambia habría sido tirar por la borda los 1.000 dólares que pagó para llegar por tierra a Libia.
«Tuvimos que corromper a gendarmes y policías en cada puesto de control, desde Mali hasta Libia», agrega. Pero al final, Adama Sarr tuvo que regresar a Gambia, ya que se quedó sin dinero para pagar la travesía del Mediterráneo.
Faburama Ceesay, otro habitante de Banjul, tiene remordimientos por haber vendido su casa en octubre de 2013 para financiar el viaje de su hijo.
«Murió un mes más tarde en el naufragio de su barco. Lamento haberle dado el dinero para que se lanzara a esta aventura», asegura.
1.800 muertos en naufragios durante 2015
Una gambiana de 12 años, rescatada en abril de un naufragio en el que toda su familia murió con otras 400 personas, y acogida en Italia por la «Comunidad papa Juan XXIII», ha intentado disuadir a otros migrantes, en una carta abierta.
«He atravesado el mar para venir a Italia. Mucha gente ha muerto, han muerto mis mejores amigos, y han muerto también mis hermanos y mis hermanas», escribe.
Cerca de 1.800 personas han perecido en naufragios en el Mediterráneo desde principios de año, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM), la gran mayoría de ellos africanos.
Muchos gambianos abandonan el país por razones económicas, pero otros aseguran huir de la represión en este país anglófono enclavado en el territorio de Senegal, salvo su fachada atlántica, y dirigido con mano de hierro por el presidente Yahya Jammeh desde 1994.
El jefe de Estado gambiano aseguró la semana pasada en la televisión que existían en Gambia empleos equivalentes a los que ocupan los migrantes en Europa.
Pero este diagnóstico no es compartido por las organizaciones internacionales: 60% de la población de Gambia vive en «una pobreza multiforme», y una tercera parte de ella lo hace con menos de 1,25 dólares por día, según un informe de la ONU sobre desarrollo humano publicado en 2013.