La designación de Mike Pence como vicepresidente de Donald Trump no concitó el rechazo de su jefe. Histórico líder del partido republicano, Pence estaba llamado a embridar a un presidente que va por libre y llegó a la Casa Blanca bajo la plataforma republicana, aunque sin el entusiasmo de su establishment. Muchos analistas fijaron la misión de Pence, conservador y profundamente religioso: ser contrapeso a Trump y puente del presidente con el oficialismo republicano.
Un semana en el cargo ha bastado para que Pence se haya tragado dos sapos de difícil digestión.
Como congresista, Pence votó a favor de todos los tratados de libre comercio, e incluso apoyó en varias ocasiones liberalizar el comercio con China. La semana pasada, Pence estuvo junto a su presidente en la foto de la firma de la orden ejecutiva para retirar a EEUU del Tratado Asia-Pacífico.
Pence estuvo detrás de Trump mientras éste anunciaba también la orden que prohibirá a la entrada en EEUU a los ciudadanos de siete países musulmanes (Siria, Yemen, Irak, Líbano, Libia, Somalia e Irán) durante las próxima semanas.
Calls to ban Muslims from entering the U.S. are offensive and unconstitutional.
— Governor Mike Pence (@GovPenceIN) 8 de diciembre de 2015
«Estoy estableciendo nuevas medidas de control para mantener a los terroristas islámicos radicales fuera de los Estados Unidos», dijo Trump desde su podio en el Pentágono. «No los queremos aquí», sentenció.
Pence ni se inmutó ante las palabras de Trump.
Sin embargo, el año pasado Pence definió la propuesta de prohibir a todos los musulmanes entrar en Estados Unidos como «ofensiva e inconstitucional». Fue antes de que Trump lo eligiera como vicepresidente y ganara las elecciones.
Incompetent Hillary, despite the horrible attack in Brussels today, wants borders to be weak and open-and let the Muslims flow in. No way!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 23 de marzo de 2016
Trump firmó la orden ejecutiva y se la entregó a su secretario de Defensa, James Mattis, quien hace seis dijo que la mera sugerencia de una prohibición a los musulmanes causaba «un gran daño» al orden mundial.
Pero, tras la firma, Mattis sonrió y Pence aplaudió.