A Sara Woznick no se le olvidará nunca la cara de esa niña. Había entrado en la clínica de Médico Sin Fronteras sola, con parte de su cuerpo quemado, reclamando ayuda. Su frase posterior tampoco la olvidará: «Todos tenemos que morir un día, mis padres no han podido acompañarme». Es la historia hoy de Gaza, donde los más valientes son sus niños, los que no entienden nada, los que ven el lado más cruel de la vida de repente, que ven la sangre, el dolor y el miedo cada minuto.
Los niños son valientes, pero no héroes y muchos de ellos conviven con un estado de shock permanente. Miran, pero no ven. No pueden. El terror debe estar aún en su cabeza.
«Lo que más me ha impactado de mi estancia aquí es que he visto el efecto real de la situación. Los niños gazatíes sufren un estrés constante, tienen muchísimo miedo. Un colega nos contó que los niños palestinos por las noches se agarran a las piernas de sus padres y creen que así pueden protegerse», explica Sarah Woznick, enfermera. «Los niños demuestran tener una edad mental mayor de la que aparentan». La vida les hace ser adultos de golpe, sobrevivir del golpe. Entre el odio, las bombas y la vida.
Sarah Woznick es enfermera especializada en ciudados intensivos y trabaja en una de las clínicas que tiene la organización Médicos Sin Fronteras en la Franja de Gaza. Allí atiende a pacientes que sufren problemas con quemaduras. Lleva seis meses en Palestina y anteriormente ha trabajado en el Hospital Nasser que se encuentra en el sur de este área.
«Algunos de los que llegan a los servicios de emergencias están en shock traumático después de sufrir ataques. Ellos cuentan que te están mirando pero en realidad no lo están haciendo, por las vivencias que acaban de sufrir».
Falta de combustible que provoca accidentes
Woznick nos explica que trabajar con heridas producidas por los quemados es una tarea muy ardua. Además habla de que los afectados, aparte de sufrir por los desastres de la guerra, se encuentran con la falta de combustible para cocinar y se están encontrando con casos de gazatíes que sufren explosiones por accidentes domésticos. Algo que para culaquier persona occidental sería más inverosímil. «El cerco de Gaza supone que hay carencias de combustible para cocinar y la población utiliza otras maneras de preparar la comida. El peligro es que sufren accidentes en sus propias casas por lo que esto supone», argumenta.
Los profesionales médicos y sanitarios no tienen la posibilidad, en muchas ocasiones, de realizar su labor como profesionales. Tienen problemas para asistir a sus pacientes en Gaza, Woznick cuenta que desde su clínica tienen muchas dificultades para atenderlos, incluso para hacer el desplazamiento más básico o comprar materiales de primera necesidad, para sanar a sus pacientes. «Tenemos unos coches disponibles para atender a nuestros pacientes, pero no siempre es posible llegar hasta ellos. Ayer, con el cese de hostilidades de unas horas, aprovechamos para comprar vendajes y otros materiales, pero si hay fuego abierto es muy peligroso».
Otra de las dificultades añadidas es que, en muchas ocasiones, es difícil hacer el seguimiento de sus pacientes, porque la posibilidad de que vuelvan a las clínicas u hospitales se torna un viaje peligroso a causa de los bombardeos. «Es complicado ver a personas tan vulnerables y con heridas tan graves. En el caso de la niña que vino con la quemadura del agua, no sabemos por qué, pero no regresó. No volvimos a tener contacto con ella», expresa la enfermera. Y sentencia: «Lo que más te angustia es no saber si están bien, si se han curado. Hay casos en que no pueden regresar, no se arriesgan a meterse en un coche».
Las cifras dan la razón a Sara. La Ocha (Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios) ha publicado su último informe actualizado con datos oficiales en el que uno de los primeros datos que sorprende es que hay unos 33.500 desplazados en la Franja de Gaza, de los cuales 22.900 se encuentran en refugios de las Naciones Unidas. Según este mismo documento más de un 50% de las facilidades de acceso al agua potable se han visto reducidas en las últimas horas. Además la institución cifra en un descenso del 28% las posibilidades de encontrar medicinas de primera necesidad.
84 escuelas entre las zonas bombardeadas
Además, entre las estructuras dañadas, se cuentan en torno a 84 escuelas dañadas durante los incesantes bombardeos. Por otra parte también se han destruido, o están severamente dañadas, cerca de 1.780 casas.
En cuanto a las necesidades de higiene 150.000 personas en el este de la Franja no tienen posibilidad de poder acceder a estas facilidades. Los niños, cuya población en el área palestina es de 937. 618, sigue siendo el colectivo más mermado por la continuidad de las hostilidades, el organismo cree que hay 100 bombas aún sin explotar. Y 57.900 niños necesitan servicios de atención especializados.
De las necesidades de agua potable, ya mencionadas, 30.000 personas de Al Junaina y Al Salam no tienen agua desde hace siete días. La organización estima que necesita en torno a 22 millones de dólares de manera urgente para continuar sus operacio.nes habituales en Gaza. Las cifras de los civiles muertos siguen manteniéndose en el 77% del cómputo global, el 20% de los fallecidos pertenecen a grupos armados y se desconoce la procedencia del otro 3%.
Y es que nadie está a salvo en la Franja. La profesional sanitaria nos ha relatado cómo vivió la noche de la ofensiva: «Pasamos miedo y fue difícil. Al comienzo de la noche estábamos tranquilos, pero luego nos dieron un aviso de que nuestra clínica podría estar en peligro de bombardeo. Inmediatamente tuvimos que descender a las zonas seguras del complejo y sabemos que la noche para la población civil ha sido muy dura». La niña que entró en el hospital, sola, con quemaduras, nunca volvió a aparecer por allí. Sara aún piensa si seguirá viva.