La retirada de Irak fue una pieza clave en la campaña electoral de Obama en 2008. Cumple su promesa justo cuando está a punto de empezar la siguiente.
Bien cierto es que Barack Obama siempre se opuso a la invasión del país mesopotámico lanzada por su antecesor en el año 2003. Pero también lo es que cuando llegó el momento de intentar convencer a los norteamericanos de que le necesitaban en la Casa Blanca transformó ese rechazo en una buena arma electoral. No fue difícil. El país estaba inmerso en el peor trauma bélico desde la guerra de Vietnam. No paraban de llegar aviones con los ataúdes de los soldados caídos en acto de servicio en Bagdad, Faluya, Kerbala o en cualquier carretera polvorienta de un territorio que había sido ocupado, pero nunca ganado. El Gobierno que Obama pretendía cambiar de color intentaba ocultar la sangría impidiendo que se mostraran imágenes de la llegada de los féretros y los americanos encontraban tretas, gracias a Internet, para que la población fuera consciente de lo que estaba sucediendo. En total han contado 4.487 fallecidos, y el “basta ya” se ha transformado en una corriente de opinión claramente contraria a esa guerra: tres de cada cuatro ciudadanos respaldan la retirada de Iraq, según los últimos sondeos.
No es casual, por tanto, que Obama eligiera un lugar emblemático para agradecer a los militares y a sus familias el sufrimiento dedicado a la patria en estos años. Lo hizo en Fort Bragg, sede de la División Aerotransportada 82, que desempeño un papel crucial desde el primer día de la guerra y que cuenta entre sus filas con 202 fallecidos. Y tampoco parece fortuito que esa base se ubique en el estado de Carolina del Norte, uno de los que Obama ganó de manera inesperada en las elecciones de 2008 y cuyo mantenimiento para los demócratas será una pieza clave en las presidenciales del año próximo. En su primera visita a ese lugar en los casi tres años que lleva de mandato, el presidente se vio obligado a recordar los épicos momentos vividos por muchos de los allí presentes sin decir ni una sola palabra del motivo que les condujo hasta allí, unas supuestas armas de destrucción masiva que nunca llegaron a encontrar.
La batalla de la economía
En Fort Bragg Obama dio por terminada una guerra y pidió que la misma unidad mostrada por los militares para enfrentarse a la insurgencia iraquí empape todos los estamentos de la sociedad civil para vencer la batalla contra la crisis económica. Es difícil saber lo que ocurrirá a partir de ahora en Irak, pero sea cual sea su destino es poco probable que los ecos de lo que allí ocurra modifiquen el desarrollo de la campaña electoral de 2012. Lo que sí la marcará de manera determinante serán los datos económicos trimestrales de crecimiento y la evolución del desempleo.
La retirada de Irak puede contribuir a mejorar la situación. El esfuerzo económico realizado por Estados Unidos en ese conflicto se cifra en cerca de 800.000 millones de dólares y parte de los recursos dedicados podrán transferirse a impulsar la economía del país. También es importante la vertiente diplomática del asunto. Según algunos analistas Washington ha dedicado tanta atención a esa zona del mundo que ha desatendido otras como Asia Oriental y el Pacífico, donde se encuentran países emergentes con crecimientos económicos envidiables. La cumbre de la ASEAN en noviembre y los compromisos adquiridos en ella por Obama dan idea de que Estados Unidos ha empezado ya a revertir lo que para algunos era una anomalía.
Estos serán sin duda los mimbres con los que se tejerá la campaña electoral de 2012. Una guerra superada definitivamente; otra, la de Afganistán, en vías de ser considerada irresoluble y el país dejado a su suerte o a la de quienes se atrevan a manejar la situación cuando Estados Unidos empiece a retirar de allí a sus tropas a partir del mes de julio Y otra, la de la economía, que será la definitiva para que el actual presidente consiga de nuevo el respaldo de la población.
Obama consiguió la presidencia en 2008 gracias al famoso “yes, we can” (“Sí, podemos”). Ahora ha arengado a las tropas que han regresado de Irak con un “I am proud of you” (“Estoy orgulloso de vosotros”) que quiere hacer extensible a todos los norteamericanos en busca de unidad en tiempos difíciles y con la intención de seguir en la Casa Blanca durante cuatro años más.