Por primera vez bajo su presidencia, el Presidente Obama ha pedido autorización al Congreso de Estados Unidos para el uso de la fuerza contra el llamado Estado Islámico limitado a tres años. El Presidente americano, Premio Nobel de la Paz, solicita semejante autorización al Congreso, por primera vez, desde que es Presidente.
Mientras en Italia no se habla de otra cosa esto días en los medios que de la amenaza que supone el Estado Islámico tras el vídeo desde Libia donde anuncian la decapitación de los cristianos drusos egipcios capturados, que motivó la primera respuesta militar de Egipto contra esa organización terrorista, como antes había hecho Jordania ante la ejecución del piloto militar quemado vivo.
La mención en el vídeo de que “estamos al sur de Roma” requiere ya de una acción coordinada de todos los aliados occidentales y árabes ante la mayor amenaza a la seguridad de los últimos años, como reconoce el propio Obama en su documento de autorización del uso de la fuerza enviado al Congreso. Congreso, que si quiere hacer frente a ese gran desafío deberá incrementar el presupuesto de defensa en el corto plazo. Obama se ha dado cuenta que hay amenazas como ésta que requieren una acción decidida y una mayor implicación de los Estados Unidos y su ejército.
En este sentido, hace dos días comenzó en Washington una Conferencia contra el “extremismo violento” organizada por la Casa Blanca. Bienvenida pues la tardía respuesta de Obama. Tras la primavera árabe, el extremismo se ha multiplicado en todo el mundo y especialmente en Oriente Medio y Norte de África: Boko Haram en Nigeria, Yemen, Libia, Sinaí y partes de Afganistán y Pakistán se han convertido en ingobernables, aparte de otras zonas habituales de conflicto.
La diplomacia de Obama será juzgada por la Historia al final de su mandato, algunos críticos la califican ya de “political corretness” , de corrección política como señala en sí mismo el término “violent extremism” con el que denomina su conferencia de esta semana. Conviene hablar claro, a finales de los 80, Occidente tenía 100 definiciones diferentes de terrorismo, hoy llegan a ser más de 250.
En el caso de Obama, su Estrategia contra el terrorismo de 2011 intentaba definir también el terrorismo. En su Estrategia Nacional de Seguridad de 2015 se dice que “rechazamos la mentira de que América y sus aliados están en guerra con el Islam”. Salvo por Al Qaida y el Estado Islámico nadie ha acusado a Estados Unidos de estar guerra con el Islam.
Tanto en Irak como en Afganistán, Estados Unidos ha actuado y cuenta con la cooperación y ayuda de diferentes países árabes musulmanes como aliados, de ahí el contrasentido de esa frase, que parece más una declaración de principios.
Por ello, Obama tiene la obligación de mostrar un liderazgo firme en la escena internacional aunque esté casi al final de su mandato y afrontar este enorme desafío a las puertas de Europa y en Europa que amenaza la libertad y seguridad de Occidente.
La estrategia para afrontar estados fallidos como Libia, debe pasar por tres factores: qué estrategia para ese estado fallido, el papel de Naciones Unidas en relación a esos Estados como Libia y respuestas precisas ante ese desafío en el cuál el terror casi siempre aparece aprovechando la falta de Instituciones y la ingobernabilidad. La imágenes previas a ejecuciones que nos ofrece continuamente el llamado Estado Islámico, y las recientes de Libia paseándose con un ejército de soldados y vehículos modernos perfectamente equipados por varias ciudades libias es cuando menos, muy muy preocupante.
¿Qué riesgos caracterizan a un estado fallido? Convertirse en santuarios y campus de entrenamiento y formación de terroristas que puedan atacar Estados Unidos y Europa, ser emisores de grandes oleadas de inmigrantes, como ocurre en Libia o Siria, huyendo del hambre y la violencia que llegando en gran número podrían llegar a desestabilizar a los países receptores. Impiden el comercio o se apropian estos grupos violentos o terroristas de los recursos naturales como el gas o el petróleo, suponiendo una ruptura en el comercio internacional de estos países y destinan sus ingresos a autofinanciarse como franquicias del terror. Y pueden también llegar a producir un efecto contagio de la amenaza y la violencia de un país al otro.
La lucha contra la piratería en Somalia sólo pudo ser combatida de forma eficaz cuando se formó una coalición internacional. Somalia y sus piratas son el resultado de un Estado fallido, con el fracaso de la intervención de Estados Unidos frente a los señores de la guerra locales en Somalia a finales de los años 90 y bajo el mandato del Presidente Clinton para quién intervenir en países fallidos no era una prioridad, como lo demuestra el solo párrafo que dedica a la cuestión su Estrategia de Seguridad Nacional, y como tampoco los dos párrafos de la de George Bush en 2006.
Son muchos los recursos que Estados Unidos ha destinado a Irak y Afganistán y puede que esa duda de la administración Obama de no poder intervenir en dos sitios a la vez haya tocado a su fin. La situación es muy seria, la amenaza está aquí.
Estados Unidos debe liderar una coalición internacional bajo Naciones Unidas para transformar Libia en un estado viable, y los europeos con los países árabes del entorno, deben jugar un papel esencial también. No podemos permitir una base terrorista en Libia que pueda desestabilizar Europa y todo el Norte de Africa. Urge actuar ¡