Un ideal romántico, un lavado de cerebro o por la compensación económica. Aunque los expertos desconocen el porqué detrás de las decenas de mujeres que marchan a Siria a colaborar en la yihad, muchos señalan que las jovenes, se calcula que hasta 60 en países como Francia, han sido manipuladas.
Son chicas, algunas de hasta 14 años (pero en su mayoría mayores de edad) que abandonan sus familias para marchar a la guerra civil en Siria y unirse a las filas del Estado Islámico u otros grupos islamistas. Muchas se acaban casando con yihadistas, alimentando su propia fantasía de convertirse en la mujer de un mártir si este muere.
Cuando llegan, participan activamente en el reclutamiento de otras chicas, «sus hermanas», a través de las redes sociales, mandando imágenes de restaurantes o puestas de sol, mostrando una visión «disney» del califato sirio. Otras incluyen imágenes sujetando metralletas, pero son pocas las que acaban luchando. En bastantes casos se cree que hay hombres manipulando sus cuentas en las redes sociales.
Su labor es más la de criar y cuidar a los hijos que tienen con los yihadistas. Algunas conocieron a los hombres con los que se casarían en Siria a través de las redes sociales, como Facebook, pero otras acuden sin tener casi conocimientos previos, marcharon a Oriente Medio «por la aventura».
Algunas reciben compensación económica por sus viajes, si se casan con combatientes o si tienen sus hijos, pero no existe un patrón detrás del gran movimiento de mujeres occidentales al campo de batalla. Acuden para hacerse esposas de yihadistas, para tener sus hijos y así propagar la religión islámica, pero otras, pocas, han ido a luchar. Otras esgrimen las razones «humanitarias» para acudir a ayudar al pueblo sirio. Es el caso de dos gemelas, procedentes de Manchester, Zahra y Salma Halane, que sacaban notas brillantes y querían ser médicos por el Estado Islámico.
No suelen provenir de familias desestructuradas, y, en muchos de los casos, sus familias no conocían sus intenciones antes de que ellas marcharan. En otros, sin embargo, clamaban a los cuatro vientos su apoyo al islamismo radical. Es el caso de Smara Kesinovic, de 16 años, que junto a su amiga Sabina Selimovic, de 15 años, habían expresado su defensa de la «guerra santa», escribiendo «Amo a al Qaeda» en las paredes de su colegio. Se cree que ahora están casadas con combatientes chechenos y están embarazadas. La mayoría, quizá sorprendentemente, tiene estudios universitarios, y su origen social es diverso.
Son radicalizadas en sus países, en mezquitas extremistas o a través de internet. Algunas sienten que son tratadas y mejor valoradas en los países a los que van que en los suyos de origen, con lo que no dudan en describir Siria como una «utopía». Pero muchas se enfrentan a situaciones muy duras: en el Estado Islámico es el hombre quien manda, y a menudo son abusadas, violadas y maltratadas.