Un liderazgo en su contexto
Acaba la era Obama. A la vista de lo que se avecina, parece como si los ocho años del de Chicago hubieran concitado la unidad nacional en torno a su liderazgo. Todo lo contrario. Ni siquiera su llegada a la Casa Blanca, bendecida en todo el mundo, lo fue. Obama ganó a McCain y se disparó hasta los 365 votos electorales. Fue el de Obama un triunfo histórico, sí. Por el color de su piel, no por la magnitud del resultado.
Veinticinco años atrás, en su reelección, Ronald Reagan se fue hasta los 525, el número más elevado de la historia electoral norteamericana. El actor se impuso en 49 de los 50 Estados de la Unión. Obama en 28 de los 50 para llegar a la Casa Blanca y en apenas 26 para mantenerse en ella. Obama cayó del 52,9 por ciento de los votos de su elección al 51 por ciento en su reelección: perdió votos. Reagan creció del 50,7 al 59,6 por ciento cuatro años después: ganó votos, muchos votos. Un 20 por ciento más.
A mitad de su primer mandato, ‘El País’, siempre certero en el análisis sobre la realidad norteamericana, escribía: “Pocos creen que en realidad que Reagan sea candidato a su propia reelección”. Por supuesto, Reagan se presentó y el respaldo del 59,6 por ciento de los norteamericanos a su reelección solo ha sido superado en la historia por el 61 por ciento que aupó por primera y única vez a Warren G. Harding en 1921, del que luego hablaremos.
Con Obama, menos paro y más desigualdad
La semana pasada, en su discurso de despedida en Chicago, Obama aseguró que la democracia «no funcionará sin la sensación de que todos tienen oportunidades económicas». Su mandato concluye con menos paro (lo ha reducido del 8,3 al 4,9 por ciento), pero con mayor desigualdad.
El índice Gini, la medida aceptada comúnmente para valorar la equidad en la distribución de la renta, ha pasado de 40 a 41. Y la relación del 10 por ciento más rico sobre el 10 por ciento más pobre ha pasado de 5,9 veces a 6,4 veces.
La deuda de los hogares ha caído del 98 del PIB al 79,7 en los ocho años de Obama; sin embargo, la deuda pública se ha disparado hasta el 104,8 por ciento, el máximo histórico. Es el tamaño del lastre sobre las generaciones del futuro.
Trump, con la prensa en contra
“Oh Dios. Han elegido a un tío al que creíamos un inútil payaso hace solo ocho meses”. La frase es del periodista y escritor Williams Greider. Pero, oh Dios, no se refiere a Donald Trump, sino a la misma persona a quien el periodista Jimmy Breslin calificó de “sorprendentemente estúpido”: Ronald Reagan.
Como le sucediera al californiano, Trump llega a la presidencia bajo feroces ataques de los medios. “Lo senil comunica bien”, aseguró hace unos meses el periodista para desacreditar a los votantes de Trump, que el próximo 20 de enero se convertirá en el presidente de mayor edad al acceder al cargo (70 años), superando al propio Reagan (69), que hasta ahora ostentaba el récord. Hillary Clinton no era una jovencita, también cumplirá 70 en octubre, pero, oh Dios, nadie se atrevió a tildarla de senil.
Con el respaldo de un triunfo raquítico
Trump llega a la Casa Blanca con el menor porcentaje de votos desde Richard Nixon: el 46 por ciento frente al 43 por ciento del republicano que luego dimitió por el Watergate. Ni en estas circunstancias de debilidad han podido los demócratas encadenar tres mandatos consecutivos y romper con el maleficio que arrastran desde que Roosevelt ganara cuatro elecciones, una tras otra. Se espera la autocrítica además de atribuir la culpa al analfabetismo de los 63 millones de norteamericanos que votaron al magnate frente a «una mujer seria, inteligente y capaz como Hillary Clinton».
El magnate neoyorquino ocupará el Despacho Oval habiendo sido derrotado en el voto popular (Clinton obtuvo casi tres millones de votos más que él a lo largo de todo el territorio nacional), pero será presidente gracias a su triunfo en el colegio electoral. No es el único beneficiado por esta paradoja que puede propiciar el sistema electoral de EEUU: le precedió Bush Jr., que se impuso a Gore por 500 papeletas en Florida y eso le permitió alcanzar la cifra mágica de los 271 votos que marcan la mayoría absoluta del colegio electoral.
El triunfo de Trump ha sido tan discutido que fue sometido a recuentos en algunos estados, como Wisconsin, donde el republicano terminó aumentando su ventaja sobre Clinton. Entonces los recuentos se acabaron.
Claro que para triunfo estrecho en el voto popular, el que John F. Kennedy, icono de la América joven y progresista, obtuvo frente a Nixon, al que derrotó por apenas 100.000 papeletas en unas elecciones a las que acudieron más de 70 millones de norteamericanos. Aún hoy se discute si en algunos estados hubo fraude en favor del candidato demócrata. El día de la toma de posesión de Kennedy no hubo las manifestaciones en las calles bajo la pancarta del “no nos representa” que el viernes acompañarán a Trump.
Un gabinete de empresarios
El 91 por ciento de los miembros del gabinete de Obama y Bush Jr., y el 81 por ciento de los de Bush padre y Bill Clinton, tenían experiencia de gobierno. No llegan al 50 por ciento los elegidos por Trump que acrediten gestión pública. Sin embargo, ninguno de los ‘ministros’ de Obama había sido CEO de una gran empresa y solo el 5 por ciento de los de Bush padre. En el gabinete de Trump, el 28 por ciento ha dirigido una empresa a lo largo de su vida. El gabinete de Trump tiene el mayor perfil empresarial de la historia. ¿Será garantía de una mejor gestión de los asuntos públicos?
Trump ha decido el control de todo su imperio empresarial a sus hijos, pero es el primer presidente desde Nixon que entrará en la Casa Blanca sin una declaración de bienes. Existen muchas dudas sobre cómo se resolverán los conflictos de intereses que pueden darse.
Algunos críticos están desempolvando los antecedentes de la presidencia inmoral de Harding (1921-1923) y su ‘pandilla de Ohio’, salpicada por numerosos casos de corrupción en los que estuvieron implicados amigos y socios. El caso más famoso fue el de Teapot Dome, originado por unas concesiones petrolíferas. Trump ha elegido como secretario de Estado a Rex Tillerson, el presidente de ExxonMobil, la mayor petrolera del mundo.
El viernes comienza la era Trump. Veremos la huella que deja en la historia.