Los aviones de la coalición árabe liderada por Arabia Saudita bombardearon intensamente el sábado las posiciones de los rebeldes chiitas en Saná, en el tercer día de su intervención militar en Yemen, aplaudida por una cumbre árabe que se celebra en Egipto.
Antes de que comenzara el jueves la campaña aérea «Tormenta firme», que implica a nueve países árabes, la marina saudí evacuó de Adén, la capital del sur de Yemen, a decenas de diplomáticos, entre ellos varios de los suyos, que llegaron este sábado a Arabia Saudita.
La monarquía sunita saudí, cuyo país comparte una larga frontera con Yemen, está al mando de la intervención árabe que quiere frenar la ofensiva de los rebeldes chiitas hutíes, quienes están apoyados por Irán y tomaron a comienzos de año la capital Saná.
El rey saudí, Salman Ben Abdel Aziz, dijo este sábado desde la cumbre panárabe que se celebra en Sharm el Sheij (Egipto) que «la operación continuará hasta cumplir con sus objetivos: que los yemeníes vuelvan a gozar de seguridad».
El presidente yemení, Abd Rabbo Mansur Hadi, dijo poco después que la intervención seguirá hasta la «rendición» de los rebeldes, que desde septiembre se hicieron con numerosas regiones, incluyendo la capital.
El propio Hadi tuvo primero que refugiarse en Adén y luego se marchó a Arabia Saudita, antes de volar a Egipto para participar en la cumbre.
En Saná, por tercera noche consecutiva se escucharon numerosas explosiones. Los bombardeos contra las posiciones rebeldes cobraron intensidad desde el inicio de la operación militar, según los testigos.
«Fue una noche intensa de bombardeos», «las ventanas vibraban», reportó una trabajadora de una organización humanitaria. «La gente quiere irse, pero no hay aviones para abandonar Yemen».
Bombardeos de noche
Según un fotógrafo de AFP, los bombardeos continuaron durante toda la noche hasta las 06H00 local (03H00 GMT).
Los residentes dijeron que los ataques apuntaron contra instalaciones militares, principalmente posiciones de defensa antiaérea y almacenes de munición, alrededor de la capital.
En Adén, 54 personas murieron en combate en los últimos tres días, según las autoridades sanitarias. La situación es cada vez más caótica, con enfrentamientos entre rebeldes y miembros de los «comités populares» antihutíes en varios barrios.
Al anunciar su intervención militar, Arabia Saudita afirmó que quería hacer frente a «la agresión» de Irán, a quien acusa de dar apoyo a los hutíes y de intentar «dominar» la región.
Irán nunca ha confirmado que haya ayudado a los hutíes, pero denunció la operación saudí, que cuenta con apoyo norteamericano a nivel de inteligencia y logística.
Según diplomáticos del Golfo, la campaña militar aérea contra los hutíes en Yemen «podría durar de cinco a seis meses», a pesar de que los saudíes y sus aliados se plantearon en principio un mes de bombardeos.
Según estos diplomáticos, Irán podría replicar no en forma de operación militar para defender a los hutíes, sino con acciones de desestabilización, como «actos terroristas en el Golfo».
Los poderes del ejército
Con la ayuda del expresidente Alí Abdalá Saleh, que dispone de potentes contactos en el ejército, los hutíes se extendieron desde su feudo en el norte del país hacia el centro y el este de Yemen, antes de continuar hacia el sur, haciéndose con el control de varias bases y regiones.
Varios países del golfo participan en la intervención árabe, así como Egipto, Jordania, Sudán y Marruecos, según Riad.
El conflicto en Yemen dominaba la cumbre árabe de dos días que empezó este sábado en Sharm el Sheij, en la península del Sinaí, a orillas del mar Rojo.
El mandatario yemení dijo que la intervención en su país es un test para la creación de una fuerza militar conjunta panárabe, que se espera sea adoptada en la cumbre.
La idea es que esa fuerza pueda combatir a «grupos terroristas«, empezando por el Estado Islámico, que controla buena parte de Irak y Siria y está también en el Sinaí egipcio y en Libia.
Pero más allá de este grupo ultrarradical sunita, lo que anima a los países árabes a dejar a un lado sus diferencias es el miedo a una mayor influencia de Irán, la potencia chiita de la región.