Por primera vez en 15 años, hay más estadounidenses que prefieren condenar a alguien a cadena perpetua a que sea ejecutado. En una encuesta realizada para los medios »The Washington Post» y »ABC», un 42% elige la opción de una ejecución frente a un 52% que opta por la cadena perpetua. El resto no opina.
Este cambio de tendencia llega después la controversia por errores y fallos en la ejecución de un prisionero en Oklahoma. El condenado Clayton D. Lockett tuvo que aguantar 43 minutos de agonía después de ser injectado con una dosis no testada de antemano. Finalmente murió por un ataque al corazón.
La mayoría de los 32 estados donde está en vigor la pena capital en la nación están teniendo problemas para conseguir los componentes con los que se fabricaban las inyecciones letales convencionales.
Ante este escenario, algunos estados están probando inyecciones letales con fórmulas alternativas y otros incluso han planteado el uso obligatorio de la silla eléctrica si no hay medicamentos disponibles.
En la misma encuesta se les preguntó a los ciudadanos que optan por la pena de muerte si preferían, ante este panorama, usar formas de ejecución distintas, como la silla eléctrica o cámara de gas. Un 80% aboga por los métodos de ejecución alternativos.
A pesar de este resultado y el cambio de dirección, frente a la cuestión de si están a favor o en contra de la pena de muerte, un 61% de estadounidenses sigue contestando que está a favor. Una cifra mínima que se mantiene desde 2007 y que queda lejos del 80% que marcaba como máximo en 1994.
De entre las personas a favor de una condena de muerte se encuentran diferencias según raza y sexo. Más hombres que mujeres apoyan una ejecución y el apoyo viene sobre todo entre la población de raza blanca. La población afroamericana es la que menos apoyo brinda a la condena a muerte.