Los manifestantes comenzaron expresando su indignación ante el desempleo, la pobreza y el aumento del costo de vida, para acabar protestando contra el estamento clerical que lidera el gran ayatolá Jamenei.
El presidente del país, Hasán Rohani, así como la Guardia Revolucionaria del Ejército iraquí, responsabilizó de la violencia asociada a las protestas a «agentes extranjeros».