Yemen, está al borde de la guerra civil. Su territorio está dividido por el enfrentamientos entre varios grupos militares y religiosos, entre ellos la milicia chiita de los hutíes, que controla Saná, y la red yihadista sunita Al Qaida, implantada en el sudeste del país.
Según Mathieu Guidère, profesor de islamología de la universidad de Toulouse, «Yemen se dirige hacia una situación a la siria o a la iraquí, con una guerra civil de carácter confesional, que opone a sunitas y a chiitas».
Las milicias chiíes hutíes tomaron Saná en septiembre, empujando al presidente en el exilio en la ciudad de Adén, en febrero. El poder político ha quedado marginado y el país se ha convertido gradualmente en un campo de confrontación sectaria entre las milicias chiíes y Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), la rama principal de Al Qaeda.
Presidente Abd Rabbo Mansour Hadi, en el poder desde 2012, nunca ha sido capaz de poner en práctica las recomendaciones del diálogo nacional establecido después de la revolución de 2011 y la caída de Ali Abdullah Saleh, que ocupaba el poder desde 1978.
Considerado por la comunidad internacional como el presidente legítimo de Yemen, Abd Rabbo Mansour Hadi, llegó a estar bajo arresto domiciliario en Saná, hasta que huyó en febrero a Aden, al sur del país.
Pero el presidente no está a salvo ni siquiera en Adén. Ya el jueves, estallaron violentos combates para tomar el control del aeropuerto internacional de la ciudad. El jefe de Estado tuvo que ser evacuado a un lugar seguro porque un avión de combate había sobrevolado dos veces el palacio presidencial.
Ese fue el resultado de los enfrentamientos entre los partidarios de Hadi contra las unidades de las fuerzas especiales, dirigidas por un oficial rebelde, Houthi Sakkaf, al frente de hasta 2 000 hombres fuertemente armados.
Houthi Sakkaf es el líder de hutíes y han tomado la provincia de Saada, en la frontera de Arabia Saudita. Se declaran de fé Zaidí, una rama disidente del chiísmo que domina en Irán, el sur de Irak y el sur de Líbano.
Exasperados por la inmovilidad de poder y aprovechando el descontento social tras el fiasco de la revolución 2011, llevan una contra-revolución, aliado con el anterior presidente.
El apoyo de Irán ha enfurecido al vecino sunita, Arabia Saudí, y eleva las tensiones sectarias en el país. Un caldo de cultivo ideal para que properen organizaciones como Al Qaeda.
Al-Qaida en Yemen (AQAP), la franquicia de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) nació en 2009 de la fusión de las ramas saudíes y yemeníes del movimiento. Durante la revolución de 2011, el grupo aprovechó el caos político para tomar posesión de varios distritos del sur y el este de Yemen.
El nuevo gobierno de Abd Rabbo Mansour Had, lucha contra ellos con la ayuda de Estados Unidos. A principios de febrero, un ataque aéreo estadounidense mató a uno de los principales ideólogos del movimiento, Al-Harith Nadhari. Ese es el hombre que ayudó a los hermanos Kouachi, antes de su atantado en la redacción de Charlie Hebdo en París en enero. Su muerte es probablemente el mayor éxito de las operaciones de Estados Unidos en Yemen.
A pesar de algunas discrepancias internas, AQAP denunció la «barbarie» del Estado Islámico en Irak y Siria, y se mantiene fiel a Ayman al-Zawahiri, el sucesor de Osama bin Laden. Y es que en realidad la filial local de la EI en Yemen nació de una escisión en la organización.
Los ataques de Saná del viernes, reivindicados por el EI y dirigidos de manera coordinada en mezquitas el día de oración, parecen diseñadas para causar la muerte del máximo número de civiles. Tácticas que la AQAP ha condenado.
Según Mathieu Guidère, profesor de islamología de la universidad de Toulouse, «Yemen se dirige hacia una situación a la siria o a la iraquí, con una guerra civil de carácter confesional, que opone a sunitas y a chiitas».