Se llama Adrian Lamo y le ha concedido una entrevista al diario británico, The Guardian. Es una larga conversación realizada por ‘chat’, desde un lugar desconocido. Muchos consideran que Lamo es un traidor. El joven, de padre colombiano y madre estadounidense, denunció hace dos años a Bradley Maning, el soldado que filtró miles de documentos confidenciales a Wikileaks.
Hasta entonces, Lamo era un hacker que había conseguido cierta notoriedad pública gracias a sus acciones y porque se declaraba habitual colaborador de Wikileaks. Por eso, Maning acudió a él pidiéndole ayuda. Lamo, le prometió protección pero a renglón siguiente prefirió revelar la identidad de Maning a las autoridades, porque las filtraciones suponían “una amenaza para la seguridad”. Actualmente el soldado Maning sigue detenido por el ejército, dice haber sufrido torturas y espera sentencia en un juicio marcial. Aunque ya se ha descartado la pena de muerte para Maning, sí podría ser condenado a cadena perpetua.
Su denunciante, sin embargo, asegura a The Guardian, que no se arrepiente por haber librado a Maning a sus superiores, y que desde el principio fue consciente que su iniciativa “podría costarle la vida a Maning” (por alta traición).
Justifica su decisión porque cree que la publicación de tal volumen de secretos de Estado suponían una amenaza para miles de personas, y aunque el periodista de The Guardian le recuerda que las filtraciones de Wikileaks han dado lugar a denuncias positivas (como la matanza de civiles iraquíes por Apaches estadounidenses), Lamo sigue mantiene su teoría, “todos hacemos cosas en la vida que en el fondo no queremos hacer”.
Lamo también habla sobre su adicción a las anfetaminas, y reconoce que tras el ‘caso Wikileaks’ tuvo una recaída. Sobre su actual trabajo, no desvela nada, aunque otros medios han publicado que trabaja como consultor de seguridad para una empresa, “Project Vigilant”, que a su vez tiene contratos con el FBI.