Después de la Segunda Guerra Mundial la divison de la península de Corea fue un fiel reflejo de la situación geopolítica mundial de entonces: por un lado, las potencias comunistas, en su día aliadas, se perfilaban como amenazantes; por su parte los territorios aliados en torno a Estados Unidos no se podían permitir perder poder ante el crecimiento y el control comunista y se mantenían alerta.
Comenzaba entonces la decada de los 50 con la lucha por los dominios ocupados con dos focos importantes en Berlín y Corea, ambas divididas por una frontera de hormigón. Tras la Guerra del Pacífico, la URSS y Estados Unidos acordaban repartirse de nuevo el pastel 1948: la creación del paralelo 38 partiría la peninsula de Corea en dos: el norte para los comunistas, el sur para los aliados. Se creaban así la República Popular Democrática de Corea y la República de Corea en el sur, las actuales Corea del Norte y Corea del Sur. La guerra, como era de esperar, estaba servida dos años después, en un conflicto que duró tres años y en el que participaron Estados Unidos, la URSS, las Naciones Unidas y China.
El pararelo 38 sigue siendo, a día de hoy, uno de los puntos calientes del panoráma geopolítico actual. Los conflictos diplomáticos continuaron por todo el siglo XX entre ambas potencias, ante la atenta mirada de la comunidad internacional, siempre expectante.
El conflicto se reaviva en el siglo XXI
En el siglo actual las relaciones entre las dos Coreas no pasan por su mejor momento. Pruebas militares, misiles nucleares en aguas internacionales, despliegue de tropas, desfiles excesivos… Son solo algunos de los ingredientes del cóctel Molotov que depende de la mano del nuevo líder norcoreano, el joven y autoritario Kim Jong-un que ascendió al poder tras la muerte de su padre.
Por su parte, ante la escalada de operaciones agresivas de su vecino, Corea del Sur llamaba a principios del mes de julio al cese de las«actividades hostiles» para comenzar negociaciones de paz, llamada al diálogo que fue desoída por el régimen del norte. Mientras, el panorama exterior resulta cambiante: China mantiene ahora lazos económicos con Estados Unidos a pesar de su pasado comunista y las relaciones entre Trump y Rusia parecen en algunos puntos estables, aunque sus intereses parecen encontrarse en Siria.
Ante tal panorama, China ha movilzado todas sus unidades para reforzar su frontera su frontera ante la crisis que viene. El diario »Wall Street Journal» ha señalado este jueves que Pekín ha desplegado una nueva brigada fronteriza y ha construido varios búnkeres en la zona ante la inminente crisis. El panorama se perfila como un preludio de lo que parece la vuelta de una guerra que nunca terminó pero que, paradóicamente, parece volver a empezar.