Edward Snowden no está solo en su »refugio» del aeropuerto de Sheremétievo en Moscú. El extécnico de los servicios secretos estadounidenses se fue de Hong Kong con asesores de la plataforma de revelaciones Wikileaks que le apoyaron para evitar una extradición. Y entre todos ellos, Sarah Harrison parece la persona más cercana a Snowden, su sombra. Harrison lleva trabajando para Wikileaks a finales de 2010 como investigadora, asesora y llevando las relaciones con los medios de comunicación.
Según apuntan desde Wikileaks, «es alguien de plena confianza de Julian Assange». Su experiencia estos años en la organización puede ser fundamental a la hora de buscar una salida para Snowden. Harrison no es abogada, es periodista, pero podría estar dando algún tipo de soporte jurídico al ex espía norteamericano.
Su primera aparición pública fue en julio de 2012, cuando presentó una base de datos de millones de emails sobre el conflicto de Siria que había conseguido Wikileaks, pero que tuvieron mucha menos repercusión que las filtraciones del soldado Manning, que pusieron en jaque al gobierno estadounidense.
Harrison no es novata en la materia puesto que esta militante de WikiLeaks es una de las consejeras más cercanas de Julian Assange, otro enemigo declarado de Estados Unidos.
Una experiencia que convierte a esta joven rubia y delgada una persona idónea para aconsejar al informático y antiguo empleado de una subcontrata de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).
Mano derecha de Julian Assange
«Es totalmente digna de confianza», comentó a la AFP el periodista Vaughan Smith, que alojó a Assange en su mansión de la campiña inglesa durante gran parte de su arresto domiciliario entre diciembre e 2010 y junio de 2012, cuando se refugió en la embajada de Ecuador en Londres.
Si su falta de formación jurídica puede parecer un handicap en el combate que ha iniciado por Edward Snowden, uno de sus ex empleadores considera que tiene una comprensión única de la situación.
WikiLeaks fue tratado como «una especie de enemigo del Estado» desde «hace ahora dos años» y «alguien que ha vivido todo esto tiene mucha más experiencia que (otro) al que no hayan sometidos a los ataques», explicó a la AFP Gavin MacFadyen, director del Centre for Investigative Journalism (CIJ).
Sarah Harrison trabajó durante 18 meses para el CIJ, basado en la City University London, y luego para otra organización especializada en el periodismo de investigación en la capital británica, el Bureau of Investigative Journalism, examinando los documentos publicados por WikiLeaks.
«Era una investigadora muy buena, muy aplicada», recordó una de las responsables del Bureau, Rachel Oldroyd.
La militante, que rondaría los 30 años y a quien algunos medios han relacionado sentimentalmente con Assange, vivió al mismo tiempo que el ciberactivista en la mansión de Vaughan Smith, aunque éste precisó que la joven tenía una habitación propia.
No era la sirvienta devota de Assange como a veces se la ha descrito: «No creo haberla visto ni una sola vez lavando sus calcetines», comentó en referencia a una información publicada por aquel entonces en la prensa.
Participó activamente en la batalla librada por el fundador de WikiLeaks contra su extradición a Suecia, país que le reclama como sospechoso de cuatro supuestas agresiones sexuales que él niega.
Assange teme ser transferido en un segundo tiempo a Estados Unidos y ser juzgado por la filtración de cientos de miles de documentos confidenciales diplomáticos y militares a través de WikiLeaks.
En la embajada de Ecuador, Sarah Harrison recibe a los visitantes y los escolta hasta la habitación donde vive el australiano.
El refugio de Assange en la legación andina le costó personalmente 3.500 libras (5.400 dólares, 4.100 euros), suma correspondiente a la fianza pagada por la libertad condicional del ex hacker que se quedó la justicia británica.
Pieza clave en Wikileaks
«Es un elemento clave del equipo, una de las personas decisivas», agrega Vaughan Smith, que habla de una joven «muy comprometida en favor de una mayor transparencia gubernamental, muy trabajadora, que aguanta muy bien la presión de un trabajo muy difícil».
«Está convencida de que lo que hace es de interés público», subraya.
Pero sus labios permanecen sellados cuando se le habla de los rumores de romance: «Lo sé todo pero no estoy dispuesto a hablar de esto», dice.
El creador de WikiLeaks y su consejera parecen tener en todo caso caracteres complementarios: durante una reciente visita a la embajada ecuatoriana, un periodista de la AFP vio como, visiblemente organizada y eficaz, ayudaba a un Assange soñador y distante a encontrar unos papeles que había perdido.