Desde principios del siglo XIX Gran Bretaña comenzó a ejercer su influencia en Irak, y al término de la Primera Guerra Mundial Kuwait pasó a ser un protectorado británico. En 1938 se descubrieron importantes yacimientos petrolíferos, cuya explotación fue concebida a compañías británicas y estadounidenses.
Kuwait obtuvo su independencia en 1961 y, desde entonces, los países limítrofes, deseosos de hacerse con sus recursos, plantearon reclamaciones territoriales. En 1980 el dictador iraquí Sadam Husein desató la guerra contra Irán, que concluyó ocho años más tarde sin un vencedor.
El 2 de agosto de 1990 las tropas iraquíes invadieron Kuwait. Ese mismo día, la ONU exigió que el ejército iraquí se retirara inmediatamente y la Liga Árabe condenó la invasión. Tropas estadounidenses y británicas comenzaron en agosto su despliegue en la frontera saudí y más tarde, tras graves discrepancias, la Liga árabe decidió el envío de tropas.
En su intento por frenar el ataque militar, Sadam Husein recurrió a diversas tácticas: toma de rehenes, llamar a la “guerra santa” contra el infiel… Finalmente, el 16 de enero de 1991 se desencadenó la Operación Tormenta del Desierto y tras brutales y continuos bombardeos las tropas de la coalición obligaron al ejército iraquí a retirarse de Kuwait.
Pese al resultado de la guerra, Sadam Husein se mantuvo en el poder y Estados Unidos no intervino ante la represión de las sublevaciones chiíes.