Nelson Mandela encarna en su vida el largo camino hacia la libertad recorrido por Sudáfrica, logrando poner fin al conflicto armado y dejándose la piel por la reconciliación de una nación que padeció 300 años de colonialismo y 50 de apartheid.
Lo sorprendente es que Madiba, como le llamaban con cariño sus agradecidos compatriotas, logró todo ello pese a haber sido un preso, el 46664, durante 27 años de su vida.
Tras el proceso de Rivonia en 1964, diez cabecillas del Congreso Nacional Africano (CNA), el órgano que luchaba contra el sistema dominante de segregación racial, fueron encarcelados. Nadie imaginó en aquel momento que entre ellos estaba el que sería primer presidente negro elegido democráticamente en Sudáfrica el 28 de abril de 1994, sólo cuatro años después de su excarcelación.
Contra el racismo, mediante la paz
La batalla de Mandela por la tolerancia se tradujo en la metáfora absoluta de la igualdad entre pueblos y sobretodo contra el racismo en todo el mundo. Su manera creativa, organizada e informal de resistir al apartheid lo convirtieron en un icono.
Para lograrlo, Madiba se sobrepuso a su origen humilde, su educación al estilo occidental, e incluso sus debilidades, como por ejemplo su fuerte temperamento.
A quien muchos critican por la tardanza en reaccionar a la epidemia del sida, la misma que se llevó a su hijo en 2005, nadie es capaz de restarle un ápice del mérito del fin del apartheid, gracias a sus 67 años de lucha por la libertad.