Carlos XII de Suecia, de la dinastía Zweibrücken, subió al trono en 1697. Fue un monarca absolutista, que ejerció el poder de manera despótica y emprendió largas campañas militares en el exterior que terminaron por arruinar el país y pusieron fin a su hegemonía en el Báltico.
Las ambiciones expansionistas de Carlos XII le llevarían a cometer continuas campañas bélicas. Dos años después de su coronación, se formó contra Suecia una alianza de países (Dinamarca, Polonia y Rusia) que intentaron aprovechar la juventud e inexperiencia del nuevo soberado.
El monarca sueco combatió contra esta coalición en la segunda guerra del Norte (1700-1721), logrando vencer a las tropas danesas en 1700. Ese mismo año venció a los rusos y firmo la paz en 1706, aunque un nuevo ataque a Rusia daría la vuelta a la situación.
Tras invadir Ucrania, las ropas suecas fueron vencidas en 1709. Entre esa fecha y 1713 se vio obligado a instalarse en territorio otomano, donde intentó sin éxito atraer al sultán como aliado.
La reanudación de la guerra le enfrentó esta vez a una nueva coalición en su contra, formada por Dinamarca, Sajonia, Inglaterra y Prusia. Falleció en plena campaña. En 18 años, Suecia perdió el 30% de su población masculina como consecuencia de una sangría de 8000 hombres por año. Y la nueva reina, Ulrica Leonor, tuvo que entregar a la coalición aliada la totalidad del Imperio báltico sueco.