Eran casi las seis de la tarde del viernes y sólo quedábamos mi jefe y yo en la oficina. Mientras termino de recoger mis cosas y de atar los últimos cabos que me separan del fin de semana, oigo que se acerca a mi mesa y me dice «Guillermo, ¿estás seguro que ya te vas? Aún tenemos un asunto pendiente.» Mientras, saca del bolsillo un revólver negro, lo pone encima de mi mesa y me mira fijamente durante algunos segundos esperando una respuesta. Tras el susto y las correspondientes risas, explica que acababa de salir de su clase teórica para obtener la licencia que le permite, no solo tener un arma dentro de su propiedad, sino poder llevarla legalmente allá a donde vaya, algo que es bastante difícil de ver en la ciudad de Chicago, pues normalmente aquí los que tienen armas no suelen estar por la labor de sacarse la licencia.
Pero, ¿es realmente necesario tener este arma en casa? Le pregunté. Su respuesta ya me la esperaba. El motivo es la seguridad de su familia, tener la capacidad de poder defenderse de un despiadado criminal que entre a su casa en la noche más oscura. Pero se intuye también un trasfondo paternal y sobre todo »ClinEastwooddiano» si me permiten la expresión. Un buen ejemplo de la ligereza con la que se hace uso de la segunda enmienda hoy en día, un «derecho» que en ciertos barrios de Chicago es sinónimo de muerte y que se lleva a más de 700 personas en un buen año. Lo cual me lleva a preguntarme cuál es el motivo que originó que los Estados Unidos enmendaran su constitución para incluir el derecho a portar armas pero sobre todo, cómo han cambiado esos motivos hasta el día de hoy.
Las razones en las que se sustenta este derecho están recogidas en la Carta de Derechos, un documento que engloba las primeras diez enmiendas a la constitución y que surge como respuesta a las demandas de los anti-federalistas, partidarios de un gobierno con un poder más limitado y garante de las libertades individuales. Esta enmienda otorga el derecho a portar armas con el propósito de tener la capacidad de defenderse de un gobierno no democrático, como instrumento para garantizar el derecho natural a la autodefensa y por último para facilitar a la población la creación de milicias. Unos motivos perfectamente válidos para una agrupación de 13 colonias en pleno Siglo XVIII, recientemente independizadas de Inglaterra y con el ejemplo de la Revolución Francesa y la ilustración como referente pero que no parecen muy aplicables a la sociedad de hoy en día.
En primer lugar, la democracia americana, independientemente de lo de acuerdo que uno pueda estar con sus planteamientos políticos, es una de las mas consagradas, justas y representativas del mundo, por lo tanto a día de hoy dudo que algún americano sienta la necesidad de comprar un rifle para defenderse de su gobierno (o quizá no). Respecto a la creación de milicias, la enmienda dice lo siguiente «Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas, no será infringido.» Volviendo al ejemplo anterior, la necesidad de defenderse de un ejército invasor en una situación post-colonial, requería de la colaboración de cada ciudadano capaz de portar un arma, pero si atendemos a la historia, desde el año 1783, cuando se firmó el Tratado de París que sellaba el final de la Guerra de Independencia, hasta el 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos no ha sufrido un solo ataque en su territorio ni se ha librado ninguna guerra en suelo estadounidense.
El hecho de que no haya sucedido todavía, no quita que pueda suceder en el futuro, pero parece innecesario armar a la población por este motivo teniendo uno de los mayores ejércitos del mundo a tu disposición. Por último, el más legítimo de los argumentos a día de hoy, el derecho a la autodefensa, es a su vez el que genera más controversia. En todas las sociedades modernas la seguridad se delega al Estado, cediendo parte de la intimidad y la libertad de los ciudadanos con el fin de garantizar la seguridad de todos. En el caso de Estados Unidos, la corriente patriótica del siglo XVIII por la cual si tu agresor tiene una pistola tú necesitarás al menos una igual de grande, se mezcla con esta visión más moderna de la seguridad, creando una situación en la que las armas de fuego son un elemento más a ambos lados de la ley, creando constantemente situaciones de violencia y tragedia extrema como la vivida recientemente en el aeropuerto de Fort Lauderdale, Florida.
En definitiva, pese a que la segunda enmienda fue una noble propuesta en su tiempo, ha quedado completamente descontextualizada y las muertes por arma de fuego hoy en día igualan casi a los accidentes de tráfico. Considerando que es uno de los principios fundamentales sobre los que se fundó este país, junto con otros tan básicos como la limitación de mandatos el derecho a la defensa en un procedimiento judicial, la única solución posible a corto plazo pasa por la legislación y el uso responsable de éstas. Obama, principal defensor del control de armas, entre lágrimas, recordaba hace un año la matanza de Sandy Hook donde fallecieron 20 niños «Everytime I think about those kids, it gets me mad». Una de las tragedias más impactantes de las últimas décadas y de la que no salió ni un solo consenso para pasar una ley que controle este sector. ¿El resultado?, cifras récord en ventas de armas, un negocio redondo que se alimenta de su propio fracaso y que está de enhorabuena: Donald Trump, el mejor amigo del rifle, está aún por llegar.