El Estado Irakí diseñado por los estadounidenses se desintegra. La dramática situación que vive el país ilustra el fracaso de la invasión de 2003, que ha vuelto a terminar fuera de control.
Las fuerzas yihadistas del Estado Islámico se han apoderado de provincias de importancia estratégica, incluyendo refinerías de petróleo y la segunda ciudad del país, Mosul. Allí imponen su interpretación radical de la ley islámica, destruyen los santuarios, persiguen a los «infieles» y ejecutan a quien se les oponga.
Irak está completamente dividido: los yihadistas radicales por un lado y por otro un Gobierno corrupto incapaz de hacer frente a la amenaza radical. Además, el Kurdistán irakí, en el norte del país, fuerza para conseguir la independencia, mientras sufre la afuencia de refugiados.
La situación de la población civil emperora dramáticamente. Miles de desplazados han abandonado sus hogares huyendo de la violencia. Sin electriciad, comida ni cuidados, sobreviven atrapados por los bombardeos y el miedo.
El país vuelve a vivir una situación que recuerda mucho a la de la guerra civil de 2006 y 2007. No parece que el conflicto vaya a terminarse pronto.
El Ejército irakí no puede hacerle frente al Estado Islámico y depende de las organizaciones internacionales para ayudar a su población.
Las milicias suníes del Estado Islámico siguen consolidando su territorio a las puertas de Bagdad, mientras que los partidos políticos iraquíes no se ponen de acuerdo sobre quién sustituirá al primer ministro, el chií Nuri al Maliki, para dejar de lado las divisiones sectarias que amenazan la unidad del país.