Francoise Hollande ha acudido a su cuarta gran conferencia con la prensa con la intención de mejorar su lastrada imagen pública ante la ciudadanía gala. Precisamente le han intentado ahogar la fiesta desde la prensa, en concreto el diario conservador L»Opinion, que ha filtrado una inminente rebaja en la calificación de la deuda francesa por parte de la agencia Moody»s.
En el encuentro, el presidente de Francia ha hablado sobre los principales temas que preocupan en Francia y Europa, el yihadismo, la economia y el referéndum escocés.
El inquilino del Eliseo anunció que Francia se sumará a los bombardeos en Irak pero no enviará tropas para combatir al Estado Islámico. Además, describió un terrorismo que ha cambiado de dimensión y que nunca dispuso de tantos medios «militares, financieros y humanos» y que quiere «tomar el lugar» de los Estados.
«No solo Irak está amenazado, no solo Oriente Medio, sino Europa y el mundo», agregó Hollande, quien recordó que el Gobierno francés ha hecho adoptar esta semana un proyecto de ley para luchar contra la captación de voluntarios para el terrorismo en Francia.
El pasado lunes, coincidiendo con la celebración en París de una conferencia sobre la paz y la seguridad en Irak en la que participaron representantes de 24 países más la Liga Árabe, la ONU y la Unión Europea, cazas franceses Rafale comenzaron a sobrevolar Irak.
«Una vez que hayamos identificado los objetivos, en un plazo breve, actuaremos», indicó.
Comunidad internacional inerte
El mandatario francés explicó que su decisión responde «a la solicitud de las autoridades iraquíes para acordar apoyo aéreo» y encargó al primer ministro, Manuel Valls, que informe de la intervención a los distintos grupos parlamentarios franceses.
«Lo que he decidido es acordar protección aérea para que los soldados iraquíes puedan reducir y debilitar a ese movimiento terrorista», que «ha prosperado en el caos sirio, digámoslo, porque la comunidad internacional ha permanecido inerte», dijo Hollande.
Aseguró que su decisión «está fundamentada en el desafío» a la propia seguridad de Francia, donde «también hay que luchar contra el terrorismo», y cifró en «unos mil» a los jóvenes de nacionalidad francesa que se han sumado a las filas del EI.
En ese sentido, señaló que algunos de esos jóvenes «pueden volver con el peor proyecto en la cabeza», en referencia a los cuatro asesinatos del Museo Judío de Bruselas del pasado mayo cometidos presuntamente por Mehdi Nemmouche, de quien se sospecha que estuvo enrolado durante más de un año en Siria en las filas del EI.
Decostrucción de Europa
Hollande también tuvo palabras para el referéndum escocés. habló de «disolución» del proyecto europeo y sobre cómo ese escenario puede dejar abierto el camino al «egoísmo, el populismo, el separatismo».
«Los escrutinios europeos ya no se presentan como advertencias sino como alarmas», señaló Hollande en su conferencia de prensa semestral, la cuarta desde que accedió al cargo, en mayo de 2012.
Ante cerca de 400 periodistas franceses y extranjeros, Hollande se preguntó: «¿Quién puede afirmar cuál será el resultado del referéndum en Escocia?«, que se celebra hoy, y también hizo extensiva la pregunta al «futuro del Reino Unido».
«Corremos el riesgo de entrar en un proceso de desmantelamiento, de Europa pero también de los Estados», añadió.
Una Europa a dos velocidades
Además, se declaró hoy favorable a «una Europa a varias velocidades», con París y Berlín como «motor» de «una verdadera política económica de crecimiento y empleo», y pidió tiempo para aplicar las reformas que reclama Bruselas.
«Somos favorables a una Europa a varias velocidades, donde la pareja franco-alemana sea el motor», declaró el presidente francés en la cuarta gran conferencia de prensa de su mandato, donde abogó por una «reorientación de Europa» hacia «una verdadera política de crecimiento y de empleo».
Hollande pidió a Berlín que no exija que Francia concluya en cinco años las mismas reformas que los «alemanes han hecho en más de diez, con un contexto más favorable y sin la limitación del déficit público», lanzó.
«Tenemos que hacer las reformas, ser más competitivos, entablar un diálogo social, conservar nuestro modelo social, adaptar la trayectoria de nuestro déficit. Y recordar a Europa que necesita a Francia. Somos la segunda economía», recordó el presidente francés.
Hollande reivindicó el papel de París en el futuro del continente, que considera se arriesga a caer en un «escenario de fin del crecimiento» marcado por la «austeridad presupuestaria conjugada con un euro elevado y una débil inflación que se agregan al crecimiento escaso».
En ese sentido, el jefe del Estado francés se felicitó, además, de que el Banco Central Europeo (BCE) comience a escuchar las tesis francesas.
«El BCE ha tomado iniciativas, hay efectos sensibles: bajada de los tipos de interés, un euro que ha vuelto a una paridad más conveniente y que ha permitido ganar competitividad a Europa» o «una financiación complementaria para la economía», enumeró.
En su intervención, de algo menos de una hora y antes de dar paso a la ronda de preguntas, Hollande defendió su política económica, pero aseguró que los planes de ahorro del Gobierno no irán más allá de los 50.000 millones de euros de recortes prometidos entre 2015 y 2017, porque supondría «poner en riesgo el crecimiento».
«Podría haber hecho otra elección, con más déficit y más deuda. Elegí controlar el gasto público. El nivel de gasto del Estado es el mismo desde hace tres años, a pesar de la inflación, débil, lo reconozco», añadió.
El jefe del Estado francés, con una tasa de popularidad históricamente baja y a dos años y medio de las elecciones presidenciales de 2017, aseguró que llevará su mensaje a Bruselas el próximo 24 de octubre y hará saber a sus socios europeos que «Europa no puede vivir de forma duradera con un crecimiento ralentizado cuando hay tanto paro».
«No se trata de alterar las reglas fijadas sino de utilizar toda la flexibilidad prevista por los tratados», apuntó Hollande, en su primera gran intervención sobre economía después de que el Gobierno reconociera que Francia retrasará dos años, hasta 2017, su objetivo de reducir el déficit público por debajo del techo del 3 por ciento.