Representantes de Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea se reunirán la semana que viene con el ministro de Exteriores del Gobierno interino de Ucrania para poner fin a la crisis desatada en el sureste del país tras la anexión Crimea a la Federación Rusa
La esperanza de una solución diplomática a la crisis de Ucrania, la peor entre el Este y el Oeste desde el final de la Guerra Fría, es el motor que ha impulsado esta iniciativa, mientras en el terreno prosigue la tensión entre separatistas prorrusos y nacionalistas ucranianos en las regiones rusoparlantes del este de Ucrania.
En una ciudad europea aún no precisada, representantes de Estados Unidos, Rusia, Ucrania y la Unión Europea se reunirán para tratar de buscar una salida a la crisis. Moscú ya se ha mostado dispuesta a considerar dichas negociaciones, pero quiere que los prorrusos estén representados en la mesa. Pese a estos requisitos, una fuente de la cancillería rusa confirmó el miércoles el encuentro «a finales de la próxima semana en una ciudad europea».
Por otro lado, el secretario de Estado norteamericano John Kerry, que propuso esta reunión cuadripartita, no relajó su tono de denuncia contra Rusia, a la que acusa de haber enviado «provocadores y agentes» para crear «caos» en el este de Ucrania.
La jefa de la diplomacia europea Catherine Ashton anunció por su parte que participará «la semana próxima» en una reunión con Lavrov, Kerry y el ministro ucraniano de Exteriores Andrei Deshchitsa. Ashton tomó esta decisión tras una conversación telefónica con el ministro ruso de Relaciones Exteriores Serguei Lavrov sobre los «inquietantes acontecimientos» en Ucrania.
Un calco de Crimea
Los desórdenes de los últimos días en Járkov, Lugansk y Donetsk suscitan el temor de que se repita el escenario de Crimea, la península ucraniana del Mar Negro que votó su anexión a Rusia en marzo en un referéndum no reconocido por Kiev ni por Occidente.
Las autoridades interinas ucranianas, en el poder desde el golpe que acabó a finales de febrero con el Gobierno de Yanukovich, acusan a Moscú de querer «desmembrar» el país y boicotear las elecciones presidenciales previstas para el 25 de mayo. Aún más si se toma en cuenta que los favoritos de estos comicios son candidatos proeuropeos.
El presidente ruso, Vladimir Putin, que se comprometió a proteger «a cualquier precio» a la población rusohablante de la ex Unión Soviética, desplegó en su frontera con Ucrania a unos 40.000 hombres, aumentando el temor de una invasión.
Estados Unidos, Europa y la OTAN ya advirtieron a Moscú contra una intervención en Ucrania, y anuncian nuevas sanciones económicas. Pero Moscú, aunque se ha visto económicamente afectado por esta crisis, con malas previsiones de crecimiento y fugas de capitales superiores a los 50.000 millones de dólares en el primer trimestre, parece determinado a lanzar una guerra del gas contra su vecino.
El presidente Putin reunía el miércoles a su gobierno para examinar las relaciones económicas con Ucrania, después de que Moscú anunciara la semana pasada un aumento del 80% en el precio del suministro de gas a Ucrania.